Steven de Beul, Ben Tesseur, Jeff Tudor. Categoría: Película. |
Para cinéfilos buscadores de rarezas y/o ávidos de nuevas experiencias, Coppelia es una recomendación segura. Es una singularísima propuesta, de esas a las que cuesta encontrarle parecidos. Se inspira libremente en el ballet cómico Coppélia (1870) compuesto por Léo Delibes, originalmente coreografiado por Arthur Saint-Léon. El libreto lo firmaron Saint-Léon y Charles Nuitter, que a su vez adaptaron ‘Der Sandmann’, un relato macabro de E. T. A. Hoffmann.
Por si la fuente no fuese ya inusual, el trío de directores se propuso contar la historia sin un solo diálogo, de modo que lo concibieron como una película muda. Además, prácticamente todo está contado a partir de coreografías de ballet clásico y, por lo que leo, los intérpretes son prestigiosos bailarines de todo el mundo. Es, esencialmente, un ballet filmado. Como además la trama gira en torno a un cirujano despiadado que quiere arrebatarle el corazón a un humano para transferirlo a la robot que ha creado, las danzas conviven con imaginativos elementos de ciencia ficción en una estimulante mezcla de géneros.
Y ahora llegamos al aspecto que completa la singularidad de Coppelia: es una obra híbrida en la que los bailarines de carne y hueso interactúan con personajes de animación 3D o bailan frente a fondos pintados en 2D, como los que se realizarían para una animación tradicional con acetatos. El resultado es muy curioso y crea un apartado visual personalísimo.
El filme es interesante y doy por hecho que se ganará la simpatía de la gran mayoría de espectadores que aprecien la experimentación, especialmente entre quienes disfruten con la vertiente autoral de la animación. Su punto fuerte posiblemente sea su extravagancia: por momentos me recuerda al expresionismo alemán. No por la estética, que es bien diversa. Me refiero a esa sensación de estar ante cine de otro tiempo, ante una forma de narrar que nada tiene que ver con el lenguaje que impuso Hollywood.
Cierto que el rodaje sobre pantallas verdes para insertar luego los fondos pintados o animados da al conjunto un aspecto acartonado. También ocurre que los personajes en 3D, especialmente cuando tratan de moverse como un virtuoso bailarín de ballet clásico, resultan poco creíbles. Es más, su apariencia no evita el efecto de ‘valle inquietante’. Pues bien, nada de eso arruina el disfrute de tan sugerente cinta y hasta es posible que esas elecciones fueran deliberadas, para alejarse de cualquier tentación de realismo.
Es, finalmente, otra muestra más de las infinitas posibilidades creativas del empleo de animación cuando quienes están al frente de un proyecto son directores aventurados y productores sin miedo a explorar nuevos territorios audiovisuales.