Ari Folman. Categoría: Película. |
Además de su talento, hay un aspecto que admiro especialmente de Ari Folman: su firme voluntad de crear películas de animación muy distintas entre sí. Debutó en el medio con una reflexión sobre los mecanismos de la memoria y las consecuencias de la guerra, Vals con Bashir (2008); exploró después la ciencia ficción con una apasionante mirada al futuro, El congreso (2013); mientras para su tercera incursión en el ámbito animado optó por un valiente acercamiento a la figura de Anne Frank a través de su popular diario.
Las dos primeras son esenciales a la hora de entender la animación para adultos del siglo XXI. La que nos ocupa, en cambio, fue concebida con el público infantil en mente, como declaró en más de una ocasión. Que en España haya sido calificada como no recomendable para menores de doce años me parece un error: en otros países se considera apta para todos los públicos y creo que es adecuada de seis años en adelante. No solo adecuada, sino particularmente valiosa para identificar los comportamientos racistas y derivas autoritarias que provocaron la muerte de millón y medio de niños durante el Holocausto.
De todos modos, la clasificación por edades es solo uno de los aspectos que diferencia ¿Dónde está Anne Frank? Los principales son de índole estética y, sobre todo, narrativa. Por lo pronto, Folman tomó la inteligente decisión de no limitarse a adaptar el diario de Anne Frank, de modo que el relato de sus últimos años convive con una segunda trama que transcurre en la actualidad, protagonizada por Kitty, la amiga imaginaria a quien se dirige la autora en el diario. Es una decisión valiente, puesto que la trama contemporánea difícilmente puede competir en interés con la que transcurre en los últimos años del régimen Nazi. Me parece acertada, no obstante, porque es la que sirve para trazar los bienvenidos paralelismos entre la situación de los judíos entonces y la de tantos refugiados ahora.
Por lo visto, el director no quería que la de Anne Frank fuese vista como una historia del pasado, de modo que alterna las escenas inspiradas por el diario con otras enteramente imaginadas, ambientadas en el presente, que denuncian la hipocresía de una sociedad que venera a la niña judía -y con razón- pero desprecia el sufrimiento de otros muchos niños que escapan de conflictos armados en sus países. En un momento de auge de ultranacionalismos, negacionismos y movimientos xenófobos varios, no está de más recordarlo.
Se puede acusar al guion de ser un pelín obvio al trazar los paralelismos entre pasado y presente, pero es que, tristemente, las mentalidades que provocan la marginación de alguien por su origen o religión son asimismo obvios y muy similares en las dos épocas. Y sí, el desenlace del film quizá sea un pelín ingenuo, pero además de ser esperanzador debe leerse en clave de propuesta especialmente pensada para público infantil. Es también eso lo que explica el tono didáctico que adopta puntualmente, como en esa parte inicial que recuerda la persecución sufrida por los judíos.
La alternancia de líneas temporales es solo uno de los acertados atrevimientos del cineasta. Otro es que aproveche la fértil imaginación de Anne Frank para ilustrar cómo escapaba de tan triste realidad. Hay pasajes muy curiosos que escenifican la lucha de estrellas del cine clásico de Hollywood contra las tropas Nazis, o una divertida escena en clave de musical en la que la niña presenta a su corte de pretendientes. También hay una desternillante parodia de los anuncios de la época que imita la estética de Fleischer Studios y la animación ‘rubber hose’ en general -como en El congreso, por cierto-. De modo que logra el director incluir pasajes de comedia en un contexto profundamente triste, cosa que tiene mérito.
En cuanto al empleo de animación, es tan creativo y rico que solo por eso la película ya merece ser estudiada detenidamente. Pienso en la variedad de estéticas que propone al alternar el 2D con puntuales estampas estáticas que parecen realizadas con carboncillo. También en lo bien que funciona la combinación de personajes animados con decorados al estilo de stop motion -me ha recordado a otro maravilloso largometraje con el que tiene mucho en común, Cuando el viento sopla (1986)-.
A eso se suma lo atractiva que es la estética en general, gracias al excelente trabajo de los estudios de animación y de la inspirada dirección artística -véase el aspecto deshumanizado de los Nazis como ejemplo paradigmático-. Hay por cierto al inicio un detalle muy simpático: Kitty aparece en pantalla a medida que Anne Frank la describe, así que es como asistir al diseño del personaje en directo.
Me he dejado para el final las dos grandes escenas de la película. En ambas es clave la elección de la animación como medio. Una, que aparece en al menos dos ocasiones si no recuerdo mal, es la que ilustra el camino del tren hacia los campos Nazis. Resulta escalofriante pero también bella, porque en ocasiones las imágenes del horror pueden ser de asombrosa belleza. La otra es la que muestra los campos de exterminio como el inframundo de la mitología griega. Seguramente sea el pasaje visualmente más deslumbrante de la cinta.