Andrey Khrzhanovsky. Categoría: Película. |
Ya desde la primera escena, con ese avión en el que comienza a proyectarse la parte animada, queda claro que The Nose or the Conspiracy of Mavericks será una propuesta singular y poco interesada en mantenerse en el lado convencional de la narración audiovisual. Por eso, entre otros muchos motivos, se trata de una obra maestra.
En esa primera escena, Andrey Khrzhanovsky presenta una de sus principales características: la presencia recurrente de espectadores viendo un espectáculo. Espectáculo que, en una meta-narración llevada al extremo, es el film mismo. Es más, a través de complejo juego de cajas chinas, vemos a espectadores viendo un vídeo, en el que a su vez hay espectadores que asisten a una representación operística. En más de una ocasión, de hecho, la trama principal es mostrada como si transcurriese desde el escenario de un teatro y los espectadores están en segundo plano. Espectadores, los del teatro, y los del avión, que son también personajes, por supuesto. [Si nosotros somos espectadores de este largometraje, ¿somos también, de algún modo, personajes?].
La otra gran característica de la película es la combinación de estéticas y técnicas. Figuran numerosos pasajes no animados, fotografías, imágenes documentales y fragmentos de clásicos del cine ruso, entre ellos El acorazado Potemkin (1925), cuya famosa escena del carrito es homenajeada. En cuanto a la animación, que es mayoría en el metraje, alterna un brillante y muy personal uso de cutout y 2D, este último dividido en dos vertientes: tanto el tradicional dibujado a mano como el realizado mediante ordenadores. Cualquiera de las tres técnicas es una maravilla de creatividad.
Pues bien, también juega Khrzhanovsky con el medio empleado, porque en varias ocasiones vemos a los animadores trabajando: dibujan un plano, mueven los personajes en animación con recortes, animan con ordenador… Creo que esa curiosa decisión incide en la anterior, la de mostrarnos regularmente a los espectadores. Es como si el director no quisiera que olvidásemos que estamos viendo una ficción. O como si subrayase la condición de artificio de la animación.
Finalmente, The Nose or the Conspiracy of Mavericks se inspira muy libremente en la ópera ‘La nariz’, compuesta por Dmitri Shostakóvich, que a su vez adaptó la novela proto-surrealista homónima de Nikolái Gógol -¿otra vez las cajas chinas?-. Pero ese es solo el punto de partida. El primer acto -o primer sueño, como lo denomina Andrey Khrzhanovsky , sí parece una suerte de ópera animada o una puesta en escena alternativa. En el segundo se aparta del argumento de la novela para ridiculizar a Stalin y otros gerifaltes del comunismo soviético: la ópera de Shostakóvich era al fin y al cabo una obra satírica. En el tercero, directamente, denuncia el régimen de terror que instauró y los minutos finales son demoledores.
Ah, y si he indicado comedia entre los géneros cuando se trata de una obra que aborda las purgas stalinistas es porque numerosas escenas son predominantemente cómicas. La primera aparición del personaje de Stalin, por ejemplo, es desternillante. No es nada nuevo que la comedia es una de las más eficaces herramientas para ridiculizar a los poderosos: Castigat ridendo mores (enmendar costumbres riendo).
Nota: es interesante también que se trate de una adaptación operística animada, el tipo de proyecto emprendido por Ivan Ivanov-Vano y Aleksandra Snezhko-Blotskaya, en ese caso a partir de la composición de Nikolái Rimski-Kórsakov, en la obra maestra La doncella de nieve (1952), un clásico de la animación soviética realizado aproximadamente en el mismo periodo en el que transcurre este film.
Nota 2: adaptar una obra de Nikolái Gógol, aunque sea de manera indirecta, también conecta el film con los inicios de la animación soviética, pues fue el escritor que tomaron como fuente “las abuelas de la animación rusa”, las hermanas Valentina y Zinaida Brumberg, en sus dos primeros largometrajes, Propavshaya gramota (1945) y Noch pered Rozhdestvom (1951), ambos producidos por Soyuzmultfilm.
Nota 3: este mismo relato de Gógol ya fue la fuente de otra obra esencial, Le nez (1963), dirigido por Alexander Alexeieff y Claire Parker con su asombrosa técnica ‘pinscreen’.