Katsuhiro Ôtomo. Categoría: Película. |
A pesar de que habían transcurrido casi dos décadas, Steamboy es el primer largometraje de animación que Katsuhiro Ôtomo dirigió en solitario desde Akira (1988). Dado que había sido el principal responsable de aquel hito de la animación, que por entonces fue el anime más caro, volvió a disponer de un amplio presupuesto, de modo que tras diez años de producción, acabó por ser también en el film animado más caro de Japón.
Hay que reconocerle a Ôtomo su capacidad para liderar proyectos de enorme ambición. En este caso, no obstante, al anuncio de esfuerzo de producción se sumó el lógico interés por disfrutar de una nueva obra dirigida por él, de modo que cuando llegó a los cines japoneses el 17 de julio del 2004, era el gran acontecimiento animado del año. El resultado fue una decepción en taquilla y entusiasmó a los críticos bastante menos que Akira. Y el caso es que es una película excelente, pero no una segunda obra maestra.
Hay dos aspectos con desigual ejecución aquí. Uno es la estética y la animación, que son brillantes; otro aquello que se cuenta, que no siempre resulta igual de satisfactorio.
Voy con el primero, que es lo mejor de la cinta. Basta con ver las primeras escenas para comprender por qué fue necesaria una década para completarla. Ôtomo se recrea en su conocido amor por las máquinas y por el detalle. Al sumergirse en el steampunk disfruta, y nosotros con él, con exuberantes recreaciones de fábricas y todo tipo de artilugios movidos con vapor. La tecnología mostrada es mucho más sofisticada que la posible a mediados del siglo XIX, pero los diseños logran que resulte verosímil. Esta maravilla estética está redondeada por una excelente animación que fue posible gracias a la participación de más de una veintena de estudios.
El guion es también muy interesante e incluye secuencias de acción espectaculares y de una ambición rara vez vista. El largo clímax -prácticamente toda la segunda parte es un clímax ininterrumpido- es de impresión e incluye secuencias multitudinarias repletas de acontecimientos y de imaginativas máquinas. En ese sentido, es admirable.
La lástima, pero es una queja menor, es que su subtexto aquí se convierta en ocasiones en el protagonista. Las recurrentes discusiones sobre el rol de la ciencia y su uso bélico, por ejemplo, son más bien obvias, no algo bien articulado que el espectador deba ir averiguando al ver los comportamientos de los personajes. En fin, tan poco Akira destaca precisamente por su sutileza, así que no es algo nuevo en Ôtomo.
Álvaro López Martín y David Heredia Pitarch la sitúan en el puesto 37 de su libro Las 100 mejores películas anime (Diábolo ediciones, 2021) y escriben: “se vio lastrada desde el principio por la etiqueta de superproducción que le acompañaba de forma irremediable. Y realmente es difícil separar lo que es el ambicioso proyecto y las expectativas puestas en un nuevo trabajo de Katsuhiro Ôtomo, de lo que fue al final la película en sí. A Steamboy le faltaba una mejor historia, ritmo narrativo y personajes mejor construidos, lo que no quiere decir que sea un mal filme. La impresión es que a Ôtomo se le fue de las manos el hecho de tener libertad absoluta para crear y gastar desproporcionadamente en un aspecto visual tan rimbombante que hace las delicias del espectador pero que, por otra parte, se pierde en su sentido visual, dejando el argumento a expensas de la animación”.