Chicken of the Mound deja claro desde el inicio su nula intención de ajustarse a los cánones habituales de narración cinematográfica. Dicho de otro modo, desde la primera escena resulta evidente que se trata de una propuesta particularmente experimental, así que solo es recomendable para cinéfilos a la búsqueda de rarezas y para amantes de los robots y de la ciencia ficción más extravagante.
Nada más comenzar el film se nos explica que hay robots con forma de cangrejos -en efecto, tienen la forma de los animales- y otros con formas geométricas. Ambos tipos se consideran humanos y entre las características humanas que poseen está la de enfrentarse continuamente, de modo que no paran de luchar y de tratar de invadir el planeta del otro. Además, hay al menos un tercer tipo más de robot, unos androides con diferentes formas humanas, casi siempre de aspecto femenino. Junto a ellos conviven todo tipo de maquinaria entre bélica e industrial cuya función no siempre queda clara.
En líneas general, casi nada está del todo explicado. Lo que vemos está abierto a la interpretación de un espectador imaginativo. De hecho, las escenas no se enlazan con la habitual lógica de causa efecto. Aquí los acontecimientos parecen suceder con esa mezcla de fantasía y de ‘todo es posible’ habitual en los juegos de niños. En cierto modo, es como ver una guerra entre robots tal y como la plantearían unos niños que improvisan para divertirse. Hasta el diseño de sonido parece contagiarse de esa mezcla de ingenuidad y experimentación libre.
Desde un punto de vista visual el film es también nada convencional. Xi Chen lo animó en solitario, con lo que Chicken of the Mound forma parte de la exclusiva lista de largometrajes de animación realizados por una sola persona. Es más, firma todas las labores menos la interpretación de la voz en off.
En fin, vuelvo con la parte estética, que es muy llamativa y, de nuevo, no apta para espectadores acostumbrados a la vertiente comercial de la animación 3D. La creada por ordenador en tres dimensiones es la técnica que predomina, pero también hay pasajes de dibujo a mano, en 2D y con muñecos -estos últimos yo no los he apreciado, pero eso indica la ficha de la cinta en el Festival de Annecy 2021-.
Creo que la propuesta visual es la parte más sugerente y la que me inclina a recomendársela a amantes de la animación cansados de la creciente uniformización de la animación 3D. Sin embargo, la estética aquí no puede separarse de su inusual narración: difícilmente hubiera encajado una animación industrial en una obra de este cariz experimental.
Una agradable sorpresa la de Xi Chen, del que me gustaría ver más creaciones animadas.