Bradley Raymond. Categoría: Película. |
Una prueba de la creciente obsesión con la animación 3D por ordenador de las majors de Hollywood es que incluso Disneytoon Studios, el estudio de Disney para las secuelas de bajo presupuesto, hasta entonces enteramente dedicado al 2D, se pasase también a las tres dimensiones. Ni siquiera sus producciones pensadas para el mercado doméstico se libraban del progresivo abandono de la animación tradicional.
Pues bien, este experimento con el 3D no le salió muy bien al estudio, porque Campanilla costó 50 millones de dólares, bastante más que los 10-20 millones en los que oscilaba hasta entonces el presupuesto de sus producciones. El descontrol del coste, de hecho, le costó el puesto a Sharon Morrill, que presidía Disneytoon Studios desde 1994. Otra cosa es que, gracias a la maquinaria promocional de Disney, dio lugar de todos modos a una franquicia que incluyó cinco películas más y dos especiales hasta el 2015. [La siguiente entrega de la saga fue Campanilla y el tesoro perdido (2009)].
Desde un punto de vista artístico la cosa fue aun peor. En un punto de su producción, John Lasseter, que acababa de ser nombrado director de la división animada de Disney tras la adquisición de Pixar, opinó que el film era imposible de ver (“unwatchable”). Cierto que Lasseter nunca fue partidario de esas secuelas de bajo presupuesto y que Disneytoon Studios cesó su actividad durante su mando, pero es fácil estar de acuerdo con él al ver Campanilla, la película más fallida estéticamente desde el nacimiento de un estudio que no se caracterizaba precisamente por entregar maravillas para los ojos.
Lo que ocurre es que el resto de segundas y terceras partes de Disneytoon Studios al menos mantenían los inspirados diseños de las películas originales, pero esta, al optar por el 3D, ya no podía aprovechar el aspecto de Campanilla en Peter Pan (1953). Es más, de no ser por su inconfundible vestuario, estaría casi irreconocible si no supiéramos que es ella. Lo que me pregunto es cómo Disney permitió semejante desastre estético cuando se trata de uno de sus más importantes personajes. Caray, ¡si se supone que es ella la que aporta el toque de brillo al logo que precede este y el resto de películas de la compañía!
La historia es terriblemente convencional y poco estimulante, aunque ese aspecto es pasable. La banda sonora no está mal y mejora considerablemente el resultado. La estética, en cambio, no tiene arreglo y quedará como un ejemplo del feísmo involuntario de tantas producciones en 3D por ordenador. Hasta la animación es poco sofisticada y, cada vez que un personaje se mueve rápido el efecto es muy antinatural. No fue un gran trabajo de Prana Studio, por mucho que contara, como seguro contó, con estupendos animadores en el equipo. 2008 fue también el año en el que Pixar estrenó WALL·E (2008), o sea que la técnica permitía ya maravillas. Incluso sin compararla con el estudio puntero, ese año Disney estrenó Bolt, que no es un clásico del medio pero sí mucho más lograda que esta en cualquier aspecto.