Inés Sedan ha dirigido algunos de los cortos más bellos y personales de lo que llevamos de siglo. La descubrí en el Festival de Annecy 2020, de cuyo programa formó parte su trabajo de encargo Cris et chuchotements, y tanto me asombró esa breve obra que sentí la necesidad de descubrir el resto de su filmografía.
Ese recorrido por su interesante trayectoria como animadora y directora es el que me ha llevado a querer entrevistarla, pues su cine animado es tan singular desde un punto narrativo y estético que quería conocer mejor las génesis de sus proyectos y los porqués de sus inusuales decisiones creativas.
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¿Qué animación recuerdas con especial cariño de tu infancia?
En realidad no recuerdo ninguna con cariño, nunca me aferré a ningún dibujo animado, recuerdo varios que me recuerdan a su vez momentos de mi infancia.
¿Cuándo comprendiste que la animación iba a ser tu profesión o, al menos, una de ellas?
Tenía siete años cuando fui con mis padres a ver Blancanieves y los siete enanitos al cine, y me fascino, recuerdo que le pregunté a mi mama que me explicara como le daban vida al dibujo, la historia me había interesado poco, me había quedado maravillada con el movimiento, creo que tal vez desde esa edad que me quedó en la cabeza eso de dar vida al dibujo. Luego al terminar el bachillerato me puse a estudiar cine de animación.
En el 2009 estrenas tu primer corto profesional, L’Homme qui dort, en el que narras un duelo con elementos surrealistas y un enfoque estético muy singular. ¿Cómo nace esa historia?
La historia nace un día en el que me despierto y no me puedo mover porque tengo el peso del cuerpo de mi compañero sobre mí. Era tan pesado que tuve miedo de morir ahogada. En el instante tuve la imagen en mi cabeza de Sofia, la protagonista de L’homme qui dort, esa mujer chiquitita que transportaba un hombre enorme en sus espaldas que dormía o que estaba muerto. Mientras me iba despertando poco a poco la historia se dibujaba en mi cabeza mientras que me libraba del peso de mi compañero que seguía durmiendo.
Cuando te planteaste la parte visual del corto, qué referentes manejaste o qué claves artísticas tenías en mente?
Los dibujos, el estilo de dibujo, aparecen en mi mente, no me los planteo, los veo. Yo no escribo las historias, no hago un guion, dibujo directamente el story board. Cada historia tiene un estilo grafico que le corresponde. Es muy intuitivo. Luego si, una vez el trabajo terminado, colegas, productores o críticos dirán se inspiró de tal artista o tal otro, pero yo no trabajo así.
Aún más personal me parece tu siguiente corto, Moi (2011), que presentas con esta frase: “En un mundo rígido y calculado, un hombre debe esconder su homosexualidad y bailar, bailar, hasta el momento en que siente el valor de enfrentarse a las reglas y revelar su verdadera identidad”. ¿Qué te interesaba de situar a un homosexual como protagonista y por qué esa conexión con la danza? También me intriga que te limitaras a una paleta de colores de tonos grisáceos: ¿fue una elección más bien intuitiva o respondía a una búsqueda estética concreta?
El corto Moi es un corto que la empresa Sacrebleu Productions me sugirió hacer sobre el tema de la desobediencia. Se me ocurrió hablar sobre la homosexualidad, en realidad un personaje diferente, obligado a respectar las reglas de un sistema extremadamente rígido hasta que deja salir su verdadero yo interior de él. La danza la utilizo como metáfora de la estructura, de lo pautado, de lo estudiado, de lo practicado, como en los regímenes dictatoriales, muestro una paradoja triste ya que la danza, el bailar, está ligado al goce y a la libertad. Con respecto al estilo gráfico es lo mismo, me dejo llevar por la intuición, por el estilo que se dibuja en mi cabeza que corresponde mejor a la historia.
Llegamos a El Canto (2013), otra historia comprometida en tanto que visibiliza el machismo que sufren tantas mujeres. ¿Ser una artista socialmente comprometida es una cuestión esencial para ti en tu trayectoria como directora? Por otra parte, este corto supone un giro estético en el empleo de colores, ya no te limitas a un solo tono. ¿Por qué ese cambio?
La historia de El Canto es mi historia y necesitaba contarla, para mí es esencial ser auténtico. Si se analiza con un ángulo más amplio se puede ver que tanto en L’homme qui dort, Moi y El Canto el tema principal es la pareja, hombre mujer, es como una trilogía, que culmina con El Canto, con una mujer libre y con más color. La gama de color predominante en El Canto es el naranja, es un color lleno de vida y que hace un buen contraste con el negro, la mancha del grito del hombre. El Canto tiene un trasfondo ecológico, hay una conexión entre la mujer y la Tierra, el volver a las raíces.
Love He Said (2018) es una obra muy distinta de las anteriores. Documentas una lectura de Charles Bukowski de uno de sus poemas que combina pasajes documentales con una imaginativa ilustración de ese mismo poema. ¿Qué te atraía de Bukowski para crear una obra tan inusual? Creo que es el primer uso en tu filmografía de rotoscopia, ¿por qué decidiste emplearla y cómo fue la experiencia?
Mientras estaba haciendo el color de El Canto, que es un trabajo tedioso y repetitivo, pintar imagen por imagen, escuchaba Tom Waits en Youtube. La lectura automática me llevó a la lectura del poema de Bukowski ‘Love’ y me fascinó. Lo volví a escuchar y me fascino aún más, se me venían imágenes y decidí ponerme a dibujar mientras escuchaba el poema. Descubrí otra forma de creación que me gustó mucho y decidí hacer la adaptación de ese poema leído por el mismo Charles Bukowski. Hacia añales que no había leído Bukowski, en esa lectura descubrí otro Bukowski, un hombre roto, triste, sensible. Como era el mismo Bukowski que leía agarré una foto de él y la pinté encima, y le dibujé lágrimas. Creo que de ahí nació la idea de hacer rotoscopia, tenía que estar él presente.
Finalmente, en el 2019 presentas Cris et chuchotements, un encargo de la cadena ARTE para el programa Short Cuts en el que homenajeas Gritos y susurros (1972), dirigido por Ingmar Bergman. ¿ARTE impuso algún tipo de directriz artística o de producción? ¿Por qué elegiste ese film del maestro sueco?
No, ARTE solo impuso la duración del separador y fue ARTE también quien me dijo de hacer el corto sobre Bergman, no elegí yo. Bergman me gusta mucho, es muy psicológico y teatral, talvez por eso ARTE me propuso de trabajar sobre su película.
Tus obras parten de dibujos a mano, estética artesanal que se nota en el aspecto final. Sin embargo, ¿con qué softwares te gusta contar para la animación?
Yo trabajo mucho con Photoshop y TVPaint.
¿En qué medida crees que ser también clarinetista ha influido en tu sensibilidad como animadora y directora y, más específicamente, en la elección de la banda sonora para tus cortos?
La animación y la música están muy ligadas. Hacer animación es como dibujar el ritmo de una partitura de música. Las dos trabajan con el tempo, el ritmo y la cadencias. También cada instrumento tiene un color particular que ayuda a completar la atmósfera de una película. Si bien no soy yo quien compone las bandas sonoras de las películas trabajo de forma muy estrecha con el compositor o compositora. A veces soy un poco pesada, debo reconocer, pero para mi es importante una buena banda sonora, como lograr un buen trazo o una gama de color especifica.
Desde tu llegada a Francia, en 1999, has trabajado como ilustradora y animadora. En esta última faceta, ¿qué proyectos destacarías? ¿De quién has aprendido especialmente o quién te ha influido particularmente?
Un proyecto que me ha gustado bastante en el cual trabajé como colorista es Tigres à la queue leu leu, de Benoit Chieux. Ese proyecto me permitió trabajar con la acuarela en Photoshop, técnica que luego utilicé para Love he said.
No he aprendido de nadie especialmente, de uno mismo tal vez, de la vida misma, eso sí, y de las ganas y necesidad de seguir creando.
Para terminar, ¿en qué proyectos estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en varios proyectos, dos adaptaciones audio y una adaptación de un texto, prefiero no contar más.