Pedro Delgado Cavilla es un veterano miembro de la industria de la animación que ha participado en prácticamente todos sus ámbitos: ha sido animador en varios estudios y en algunas de las más populares series españolas, director de un largometraje nominado en los Premios Goya con diseños de Antonio Mingote, docente en numerosas instituciones educativas, ilustrador y, por supuesto, escritor de interesantes libros de animación.
El último de ellos, Animación: De Betty Boop a Tim Burton (Diábolo Ediciones, 2019), me ha deparado una amena y muy valiosa lectura durante el verano del 2020, así que he querido conocer mejor su trayectoria y sus impresiones sobre la industria.
En estas reveladoras respuestas, nos cuenta la génesis del libro, nos ofrece un recorrido por su trabajo como animador y director, recuerda la animación que veía de pequeño y da un sencillo y buen consejo a quienes aspiren a ser animadores.
Nota: también puedes ver su lista de 10 películas favoritas de animación.
¿Cómo nació el proyecto de Animación: De Betty Boop a Tim Burton?
Me dije: ¿qué me gustaría dejar escrito como último (probable) testimonio de mi actividad en el ámbito de la animación? Es decir, qué tipo de libro escribiría. Y es lo que creo, he escrito. Por ejemplo, disponía de información de primera mano acerca de los problemas que tuvo Mofli frente a los que tuvo Don Quijote. Si yo no lo contaba ¿quién lo contaría? Sobre todo, cuando me había hartado de oír comentarios maliciosos y sin fundamento hacia la segunda serie.
Otro aspecto del que nunca se habló por ningún estudioso es que en Garbancito de la Mancha intervinieron trabajando falangistas de entonces ¡con anarquistas! Obviamente los adictos al franquismo que lo supieron, lo silenciaron porque era revelar algo que no era la propaganda oficial, que los falangistas (de entonces) eran de un perfil más revolucionario y social que lo que se empeñó en vender la política de la época. Me pareció algo muy novedoso y de gran valor.
Hay dos capítulos del libro que se apartan de lo habitual en las publicaciones dedicadas a la historia de la animación. Uno es el dedicado a los tebeos durante la posguerra española, el otro el protagonizado por los programas de televisión con marionetas. A mí me parecen un acierto que completa este inusual recorrido por la animación. ¿Por qué te interesó incluirlos?
Los tebeos tienen una gran proximidad con la animación. Y por otra parte la censura de la época franquista era muy jugosa, llena de divertidas anécdotas, que propiciaba la propia estupidez del sistema, obsesionado con reprimir.
En cuanto a las marionetas, no me resistí. Los puristas se empeñan en decir que la animación es sobre papel, 3D, todo fotograma a fotograma…Pero “animar” tiene su origen en una palabra latina que significa dar alma, dar vida, dar ánima. ¿Qué hace un marionetista sino dar vida? Y si alguien se revuelve con esto, ¿por qué razón no leer lo que escribió Richard Williams en Técnicas de animación? No duda en reconocer no solo los méritos como animación de los personajes de Barrio Sésamo (la rana Gustavo, etc.), sino la genialidad.
También me pareció en cierto modo entrañable romper una lanza por los primeros marionetistas de las teles, cuando estas iniciaban su andadura. O por series tan extraordinarias como Thunderbirds.
Me gustaría hacer un pequeño recorrido por tu trayectoria en la industria de la animación, así que la primera pregunta fue por qué decidiste dedicarte a la animación.
Uno de mis grandes amigos, hasta que ha fallecido, fue José María Benavente Barreda, catedrático de Filosofía y un enamorado de la animación. José María, que para más señas era sobrino de Jacinto Benavente, fue quien me puso en contacto con Cruz Delgado. Yo admiraba ese sector, me fascinaba.
¿Qué recuerdo tienes de tus inicios en los estudios de Cruz Delgado? ¿Qué te aportaron esos años?
Que yo no tenía ni idea de la técnica de animación, y fue gracias a que Cruz Delgado intuyó que lo mío era vocacional como me hicieron un hueco en su productora. Empecé desde cero, aunque en aquella época yo ya colaboraba en prensa, en muchas publicaciones nacionales. Un mes llegué a estar en catorce.
Participaste como animador en series tan destacadas como Don Quijote de la Mancha (1979) o Mofli, el último koala (1986), a las que dedicas reveladores apartados en el libro. ¿Por qué fueron producciones tan importantes? ¿Qué aprendiste de esas dos experiencias?
Con la primera aprendí a trabajar, algo que ahora se valora poco porque rodeados de programas de ordenador confundimos las cosas. Cruz realmente organizó la primera gran productora de animación con producción española para TV de Europa. No había otra igual entonces en ningún país Europeo que trabajara con producciones del continente. Y como empresa era un engranaje perfecto.
Si Cruz Delgado era el clasicismo, Jordi Amorós era la bohemia, pero también cargado de talento. Organizó una importante empresa. En los ochenta y tantos, cuando yo fui director de arte en Equip Madrid (la central de la agencia de publicidad estaba en Barcelona) y jefe de producción de “Mofli” en Madrid, también, su empresa tenía en plantilla más de cuarenta personas.
Hoy mantengo la amistad con los dos. Cuando marché a Barcelona viví en casa de Jordi hasta que encontré apartamento, y ocasionalmente cuando pasó por Madrid con su hija se hospedó en mi casa.
Trabajaste en varias series de producción internacional, entre ellas una que descubrí hace poco y que no está nada mal, Victor & Hugo. ¿Cómo surgió esa oportunidad? ¿Trabajaste en ellas desde España o te trasladaste?
Desde España, para Alfonso Productions, en Madrid. Carlos Alfonso también tenía creada una gran empresa de servicios, trabajando para Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania…Ahí hice un buen amigo, Julio Díez, su jefe de producción y muy buen animador. Carlos también creyó en mí. Era quien veía las pruebas de línea.
En aquella época me esmeraba tanto que varios planos míos de alguna serie le parecían animación completa y preguntaba a quien hacía las pruebas de línea, que por qué habían metido ahí los planos de un largo, que se estaba haciendo. Esto me lo chivaba quien hacía los rodajes.
Llegamos a Puerta del tiempo, tu debut como director de largometrajes, nominado en los Premios Goya. ¿Cuál fue la génesis de la película? ¿Cómo fue colaborar con el gran Antonio Mingote, autor de los diseños?
Era un momento en el que cada autonomía estaba haciendo su película, y yo le propuse a Ángel Blasco (otro buen amigo con el que aprendí a hacer guiones) hacer una sobre Madrid.
Puerta del tiempo se quedó cerca de los 100.000 espectadores, cifra que no está nada mal para una producción animada independiente en aquella época. Sin embargo, ¿te quedaste satisfecho con ese resultado? ¿Crees que, dado el tirón de Mingote, tuvo algo de ocasión perdida para la difusión de la animación española?
A toro pasado te diré algo. Yo me movía bastante en el sector. Hice publicidad, storys…Un día, un productor amigo me dijo: si queréis que vuestro largo tenga más proyección y se vea en las televisiones… hay que pasar dinero por debajo de la mesa. Cuando se lo conté a Ángel Blasco me confesó: Pedro, yo no valgo para hacer eso. Desde luego yo tampoco, así que lo comprendí.
Naciste y creciste en Tánger, pero no sé hasta qué edad estuviste allí. ¿Tienes algún recuerdo de ver dibujos animados allí? ¿Una vez en la península, ¿qué animación pudiste ver? ¿Qué series animadas recuerdas con especial cariño de tu infancia o adolescencia?
Estuve hasta los diez años. Me llevaban a ver todas las de Disney. Recuerdo que en el colegio francés con muy pocos años hice unas acuarelas sobre La Cenicienta que colgaron en el tablón de la entrada… Me impresionó Garbancito de la Mancha por algunas escenas, sobre todo el gigante comiéndose gente, hoy algo políticamente incorrecto y desde luego nada recomendable para niños pequeños.
Ah, en el colegio francés un día a la semana nos proyectaban películas del Pato Donald…
De mi preadolescencia y adolescencia en España recuerdo las producciones de Hanna-Barbera y los cortos de la Warner.
¿Cuáles son las principales evoluciones que aprecias en la industria de animación española desde finales de los 70 hasta ahora?
Hay una cierta adultización del sector, pero por otro lado, aunque nos empeñemos veo guiones cargados de tópicos. En cambio hay cortometrajes maravillosos y tronchantes con ritmo warneriano, como La mano de Nefertiti de Guillermo García Carsi o la entrañable y bellísima Cuerdas de Pedro Solís García, inspirada en su hijo.
¿Qué es lo que más necesita la animación española para fortalecerse como industria?
Dinero y talento. Por otra parte, no siempre son imprescindibles grandes gastos para hacer grandes obras. Por ejemplo, Cuentos Extraordinarios, de Raúl García.
Puesto que te has dedicado también a la ilustración y a dibujar tiras durante mucho tiempo en varios medios, supongo que habrás reflexionado al respecto. ¿Qué tienen en común ilustración, cómic y animación y en qué medida tu experiencia en uno de esos ámbitos ha influido en tu trabajo en los otros?
Pregunta que te hace pensar… Lo principal: estás creando mundos alternativos. Desarrollas la imaginación y eso te puede llevar a la escritura… Buscas comunicar, transmitir…
Te has dedicado a la docencia durante muchos años en numerosas instituciones educativas. ¿Serías tan amable de compartir un consejo con nuestros lectores que aspiran a ser animadores?
No sé si puedo dar consejos. Pero hay algo que siempre es necesario, todos podemos y pueden enseñar algo útil, no está de más, pues, la humildad para aceptarlo y aprender.