Steven Spielberg. Categoría: Película. |
Vaya por delante una doble admiración por Steven Spielberg y Peter Jackson por: 1) emprender un largometraje enteramente animado; 2) adaptar los excelentes cómics de Hergé, cuya popularidad en Estados Unidos es bastante menor que en Europa. Solo por aumentar el interés por la obra del belga, esta película ya es muy bienvenida y merece ser aplaudida.
Ahora me centro en el primero de los motivos porque, curiosamente, ambos se habían interesado por la animación en varios momentos de su trayectoria. Spielberg se asoció con Don Bluth para clásicos como Fievel y el Nuevo Mundo (1986) y con Disney en el éxito ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), lo que le animó a crear Amblimation y luego a apostar por el medio con DreamWorks Animation. Sin embargo, Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio es su primer largometraje de animación.
Jackson, en cambio, llamó la atención a finales de los 80 con uno de marionetas irreverentes, El delirante mundo de los Feebles (1989); había empleado puntualmente stop motion en dos de sus primeras películas y, de la trilogía de El señor de los anillos en adelante, había hecho de la captura de movimiento un aspecto esencial de su cine fantástico. No obstante, este es su primer film animado.
Como debut en el medio para ambos fue un doble éxito, artístico y comercial. De hecho, lo mejor es la dirección de Spielberg, que se maneja con sorprendente habilidad en un medio semidesconocido para él. Aprovecha las peculiaridades de la captura de movimiento para el trabajo con los actores, apartado en el que está tan bien como de costumbre; y las posibilidades de la animación para mover la cámara con total libertad -algunos travellings hubieran sido imposibles de otro modo- y realizar virtuosas transiciones -pienso, por ejemplo, en cómo el mar se convierte en un charco en la acera, o en cómo una burbuja en el mar da paso al fondo de la escena siguiente-. Esas transiciones son una seña de identidad de su cine y con la animación puede potenciarlas tanto que lo que me extraña es que no se interesara antes por el medio.
Por lo demás, dirige la historia de aventuras con su pulso habitual y las escenas de acción son un espectáculo, de modo que, a pesar de no tratarse de otro clásico esencial de su filmografía, es una mejora respecto a la cuarta entrega de la saga Indiana Jones. Por otra parte, el guion, al combinar hasta tres álbumes de Tintín, peca en ocasiones de esa tendencia de Hollywood de complicar excesivamente el material de partida, pero en cambio no cae en el error de enfatizar solo las partes de acción en detrimento de los aspectos periodísticos que caracterizan la obra de Hergé.
En cuanto al uso de la captura de movimiento, la técnica había avanzado enormemente en cuestión de una década, pero aún no se libraba de la sensación de ‘valle inquietante’. La búsqueda del fotorrealismo es evidente y está muy lograda en prácticamente cada elemento, pero los rostros o los movimientos de humanos y animales en algunos pasajes de acción aún resultan un tanto antinaturales.
Nota: uno de los álbumes de Hergé en los que se inspira este film, El cangrejo de las pinzas de oro (1941), fue también el adaptado para la primera película protagonizada por Tintín, la poco conocida Le crabe aux pinces d’or (1947), dirigida por Claude Misonne.