Tony Leondis. Categoría: Película. |
El Hollywood de la segunda década del siglo XXI se caracterizó, entre otros muchos aspectos, por dar luz verde a largometrajes basados en las más insospechadas fuentes. El caso más popular es La LEGO película (2014), a cuyo éxito le siguieron Playmobil: La película (2019), UglyDolls: Extraordinariamente feos (2019) y la que nos ocupa, entre otras discutibles decisiones de sus ejecutivos. Es como si se hubieran inspirado en los falsos trailers de Robot Chicken.
De ese ámbito, Emoji: La película muy probablemente sea la más desastrosa. En taquilla debió de recuperar la inversión, pero coleccionó algunas de las peores críticas de un film animado durante la década. En Metacritic, por ejemplo, que asigna una nota del 0 al 10 según la opinión de diversos críticos, tiene un 1,2. El público no quedó mucho más satisfecho: en IMDb tiene un 3,4 y etiquetas como “tan mala que es buena” o “humor involuntario”.
En efecto, la propuesta es fallida desde el inicio y, a medida que avanza, se va adentrando inexorablemente en el terreno del despropósito, donde ya se instala durante el deslavazado y convencional tercer acto. Cierto que Pixar ha creado parte de su filmografía con la idea de “¿qué pasaría si _____________ tuviera sentimientos”. Es la misma de la que parte este filme, hasta el punto de que Tony Leondis reconoció la influencia de Toy Story (1995). Sin embargo, la aplicación del concepto es problemática nada más comenzar: los emojis son seres vivos que se colocan en una suerte de casillero enorme para que, si son elegidos por el dueño del teléfono inteligente, puedan ser fácilmente escaneados y aparecer así en la pantalla del móvil. ¿Escaneados? ¿Para qué? ¡Pero si ya están en el móvil!
En fin, cuestionable lógica aparte, el guion fracasa a la hora de dotar de personalidad interesante a cualquiera de esos emojis y tampoco sabemos nada del personaje humano como para que nos interese por qué elije los emoticonos que elije. Además, las reglas de ese mundo virtual en el que viven nunca quedan del todo definidas, un problema que también tuvo después Ralph rompe Internet (2018) -solo que la cinta de Disney, comparada con esta, es una maravilla-.
El único gag mínimamente ingenioso está antes de que empiece la trama, con la reinterpretación del logo de Columbia Pictures.