Mamoru Hosoda. Categoría: Película. |
En la filmografía de Mamoru Hosoda, fantasía y realismo conviven de un modo muy personal, hasta el punto de que ese aspecto posiblemente constituya su mayor seña de identidad. En La chica que saltaba a través del tiempo (2006), la trama de ciencia ficción era un lúdico pretexto para ahondar en la vida de una adolescente: más que a través del tiempo, lo esencial es que estaba a punto de saltar a la edad adulta. En Los niños lobo (2012), partía de una historia de amor con hombre lobo incluido para instalarse luego en un naturalismo de ambientación rural cuyo tono estaba próximo al Isao Takahata de la obra maestra Recuerdos del ayer (1991).
Algo similar ocurre con Mirai, mi hermana pequeña. El trailer insistía comprensiblemente en sus elementos fantásticos -la recién nacida, Mirai, se presenta ante su hermano mayor de cuatro años como una adolescente-, mientras el enfoque del cineasta japonés privilegia un intimista y realista acercamiento a la vida familiar. Juega de nuevo Hosoda con los códigos temporales, pero aquí el énfasis no está puesto en esos viajes por el tiempo, sino en cómo afectan a la forma de ver el mundo del niño protagonista.
La película comienza con un planteamiento un tanto convencional, con la llegada de una hermana menor que provoca celos en el primogénito. Esa primera parte es la menos seductora e incluye escenas que estiran excesivamente situaciones que no son particularmente interesantes -pienso, por ejemplo, en el plan urdido para guardar los muñecos-. Sin embargo, a medida que se suceden escenas cotidianas aparentemente intrascendentes, el director eleva la intensidad emocional con exquisita sutileza, de modo que cuando nos damos cuenta hemos empatizado con esa familia como cualquier otra -aunque de clase media alta, todo sea dicho-.
Por otra parte, esas escenas realistas tienen su contrapunto en los pasajes fantásticos, que se van tornando cada vez más imaginativos hasta llegar al brillante clímax. Una ambiciosa secuencia que transcurre casi enteramente en una moderna estación, que combina el 2D con un creativo aunque puntual empleo de 3D y cutout -si no he visto mal- y que incluye la presencia de un inquietante tren bala. Es en ese fragmento cuando más eficazmente retrata Mamoru Hosoda lo abrumado que puede sentirse un niño de cuatro años en pleno descubrimiento de la vida y, por tanto, de la complejidad de las relaciones humanas.
Ese es, de hecho, uno de los mayores aciertos de Mirai, mi hermana pequeña, la manera con la que nos invita a ver el mundo desde la perspectiva de un niño. Ese personaje y el de la recién nacida, por cierto, están muy bien diseñados. En general, todo el largometraje es visualmente atractivo.
Recomendable film que, como las mejores obras de Hirokazu Koreeda, logra extraer una notable profundidad de historias familiares que, a priori, no poseen nada extraordinario.