Raúl de la Fuente y Damian Nenow. Categoría: Película. |
Un día más con vida es una de las propuestas más ambiciosas, singulares y artísticamente arriesgadas de animación para adultos. Su principal característica es que se trata de una obra híbrida en hasta tres niveles. El primero y más evidente es que combina imágenes de archivo y entrevistas a varios de los protagonistas con pasajes animados, que son mayoría. El segundo es la convivencia de documental y ficción o, al menos, una narración con los códigos de la ficción de un relato documental. El tercero es la inclusión de pasajes oníricos, de imaginaciones -o tal vez de alucinaciones- en un contexto de intenso realismo. A eso hay que sumar que alterna dos líneas temporales: la que transcurre en 1975, en el presente de la ficción, y la de los rodajes de las entrevistas, varias décadas después, durante la producción del film.
El resultado de esa hibridación narrativa, estética, tonal y temporal podría haber dado lugar a una pieza con tanta ‘confusão’ como la Angola de 1975 que retrata, ese país sumido en el caos de su inminente independencia y de una guerra civil que se jugaba en el tablero internacional de la Guerra Fría. Y sin embargo no es así. El largometraje dirigido por Raúl de la Fuente y Damian Nenow logra formar un todo coherente y bien unificado a partir de todas esas piezas. Parte del mérito parece ser del primero de los directores, responsable también de una brillante edición que pasa de animación a ‘imagen real’, de ficción a documental, sin que se noten las costuras.
Un día más con vida adapta el libro de no-ficción escrito por el periodista Ryszard Kapuscinski, el protagonista de la película, en el que relata su experiencia de varios meses en el país africano. Esa es la parte que está ilustrada con muy estimable animación, un 3D de estética realista, similar a la captura de movimiento y a la rotoscopia. [La misma estética de uno de los episodios más memorables de Love, Death & Robots, Fish Night, no por casualidad dirigido por Damian Nenow.]
Junto a esos pasajes animados figuran las entrevistas a tres de las personas que conocieron a Kapuscinski en esos meses, que resultan ser personas igualmente extraordinarias. Es más, Farrusco y Carlota son los dos personajes más excepcionales y el guion hace bien en darles protagonismo. Esas entrevistas no están animadas.
Durante los primeros minutos, la introducción de las entrevistas no parece la mejor solución. Tiene el pequeño inconveniente de que estéticamente son menos atractivas y que rompen el ritmo de la narración. Sin embargo, son esenciales para completar el relato, para conocer mejor las circunstancias del país y de la guerra, y para adentrarse en la psique de los protagonistas, uno de los aspectos más sugerentes de la cinta. Sin esos fragmentos documentales, no sería tan rica la película ni tan poderoso su mensaje antibelicista.
Por otra parte, una de las cuestiones más interesantes de Un día más con vida es que la animación es el medio empleado para recrear la Angola de 1975 y es esencialmente realista. De hecho, algunas escenas de tiroteos y enfrentamientos son particularmente intensas y nos sumergen en plena contienda con enorme eficacia. Aquí la animación no es menos real que la ‘imagen real’ y hasta diría que resulta más poderosa en su afán documental. Sin embargo, también es el medio que permite ilustrar las imaginaciones y sueños de Kapuscinski, unas escenas de gran belleza que de otro modo hubieran sido muy complejas -y muy caras- de realizar.
Otra cuestión que sería digna de un artículo académico es hasta qué punto, aunque sea de un modo inconsciente, necesitamos la ‘imagen real’ para dar mayor validez a lo que vemos, o quizá para recordarnos, incluso en los pasajes animados, que aquello que se relata forma de parte de la historia. En ese sentido, está conectada con el sorprendente plano final de Vals con Bashir (2008), la estupenda película dirigida por Ari Folman.
Un día más con vida ganó el Premio Goya a la mejor película de animación y el Premio Europeo en la misma categoría en un año, el 2018, especialmente exigente: compitió con una producción de Aardman –Cavernícola, dirigida por Nick Park– y otra de Cartoon Saloon – El pan de la guerra, dirigida por Nora Twomey-, además de con Colmillo blanco, dirigida por Alexandre Espigares.