Domee Shi. Categoría: Película. |
Cuando Red se estrenó, Pixar enlazaba así cuatro películas originales consecutivas. Culminó una serie de apuestas que comenzó con la estimable Onward (2020) y continuó con la extraordinaria Soul (2020) y la estupenda Luca (2021). Lo más positivo de esta racha es que esa originalidad propició films que exploraban terrenos inéditos para el estudio. La sensación de estar ante una propuesta nueva en la filmografía de tan querida compañía me parece especialmente pertinente en el caso de la ópera prima de Domee Shi, una obra que no parece tener predecesores similares más allá del corto de esta misma directora, Bao (2018).
Está el hecho de que la protagonista sea una familia de origen chino que vive en Canadá. Es otro paso hacia la representación de la diversidad, pero aunque los personajes asiáticos sí son una novedad, ya ofreció historias con minorías en Coco (2017) y, en cierto modo, Soul -personaje central afroamericano-. Así que quizá la más bienvenida variación es que quien acapare la mayor atención del guion sea Meilin, una niña de trece años. Ni siquiera es la edad lo esencial, sino que justo entre en la pubertad cuando comienza la cinta.
Porque ocurre que la adolescente en cuestión se transforma repentinamente en un enorme panda rojo tras vivir un episodio particularmente vergonzoso. Cuando le pasa una primera vez, le ocurre regularmente cada vez que siente emociones fuertes. Primero trata de evitarlo pero luego comprueba que, como panda, es mejor aceptada por sus compañeros de instituto y empieza a provocar la metamorfosis. Ese panda, naturalmente, funciona como metáfora. Dado que Meilin crece con una madre sobreprotectora y muy estricta, que de ella solo espera excelencia y obediencia, el panda es la vía de escape, la forma de ‘matar al padre’, de desinhibirse, de socializar, de dar rienda suelta a una faceta de ella más irreverente y descontrolada.
El panda posiblemente sea también la llegada de la pubertad que he comentado antes y, entre sus primeros efectos, la atracción física por los chicos. De hecho, la menstruación es mencionada y esa transformación parece claramente ligada a los cambios físicos asociados a la pubertad -hay varios chistes acerca del mayor olor corporal que desprende el animal-. Finalmente, no es descabellado pensar que el panda es una de las herramientas de las que dispone la adolescente protagonista para luchar en un mundo en el que las mujeres lo tienen más difícil, especialmente si deben enfrentarse a una madre que espera de ellas un comportamiento cercano a la tradición asiática de la mujer y esposa sumisa. Será muy interesante leer lecturas feministas del film de intelectuales expertos en el tema.
Todas esas cuestiones, algo más maduras de lo habitual en una superproducción de Hollywood apta para público infantil -caray, hasta para Pixar es inusual- son excelentes y bastan para hacer de Red una película tan recomendable.
La pena es que, desde un punto de vista estético, no sea de los trabajos más deslumbrantes del estudio, por mucho que aproveche bien la influencia del anime. Algo similar ocurre con el guion: más allá de su valentía temática y del hallazgo del panda, la estructura del guion es algo previsible y no aprecio grandes aportaciones en el subgénero de la comedia de metamorfosis -aquellas en las que el personaje central adquiere por algún motivo la capacidad de transformarse y debe lidiar con esa peculiaridad para llevar una vida relativamente normal-.