Abe Levitow. Categoría: Película. |
Mewsette en París es el segundo largometraje realizado por United Productions of America, más conocido como UPA, tras Las mil y una… (1959), dirigido por Jack Kinney. Es una obra muy satisfactoria desde un punto de vista artístico, aunque más por su estética que por su limitada animación, cuyo estándar está más cerca de una serie televisiva -a lo Hanna-Barbera- que de una producción pensada para verse en cines-. En fin, el apartado de animación estaba lejos de la excelencia técnica del Disney contemporáneo que, curiosamente, justo un año antes había estrenado también una estupenda película protagonizada por animales, 101 dálmatas (1961).
Esta vez UPA no adaptó una novela ni llevó a la gran pantalla alguno de los populares personajes de sus cortos -como hizo con Mr. Magoo en Las mil y una…-, sino que propuso una interesante historia original protagonizada por unos gatos de campo que viajan a París. La recreación felina de la capital francesa es un acierto y está repleta de ingeniosas ocurrencias, cortesía de un guion escrito por Dorothy Jones y su marido, Chuck Jones. Este último violó así su contrato de exclusividad con Warner Bros., algo que la major posiblemente no habría descubierto de no ser porque justamente llegó a un acuerdo con UPA para distribuir la película. Fue despedido, así que creó su primer estudio independiente, Sib Tower 12 Productions.
Con Chuck Jones tenemos a uno de los pilares de la era dorada del ‘cartoon’ estadounidense, pero no fue el único de su equipo en la Warner que participó en este film. El otro es el director, Abe Levitow, animador clave de numerosos cortos de los Looney Tunes, con el que años después codirigió las escenas de animación de La puerta mágica (1970). Eso explica que la animación de los personajes recuerde a la caricatura extrema y a la comicidad de los cortos de la Warner, que es uno de sus mayores atractivos.
El otro es el diseño de los fondos, un homenaje a los impresionistas y a los fauvistas que dota a Mewsette en París de una estética inédita en un largometraje animado. En ese aspecto sí que se diferencia radicalmente de la estética de Disney. Es más, hay algunos fondos que imitan el estilo de Van Gogh, así que fue esta, y no Loving Vincent (2017), la primera película que nos sumergió en un cuadro del genio neerlandés.
De hecho, hay una secuencia magnífica que enumera algunos de los más importantes pintores de la Belle Époque y de la primera mitad del siglo XX –Picasso, Modigliani, Gauguin, Renoir…- y que ilustra la personalidad pictórica de cada uno con un retrato de la gata protagonista, Mewsette, realizado con su estilo. Es una secuencia introducida en la trama de manera un tanto gratuita, pero está tan bien resuelta que se les perdona. Además, es un pasaje perfecto para usarlo en colegios e institutos en una clase de historia del arte.
Entre aciertos como ese, los inusuales y artísticos fondos, la influencia de los cortos de la Warner, las estupendas interpretaciones de Judy Garland y Red Buttons -entre otros- y la maravillosa banda sonora, el resultado es una película que, a pesar de su animación limitada y algún que otro altibajo narrativo, se ve con mucho agrado de principio a fin.
Lástima que, al sufrir su segundo fracaso consecutivo en la taquilla, United Productions of America se convirtiese en el segundo estudio estadounidense, tras Fleisher Studios, en abandonar la producción de largometrajes animados. Por entonces seguía siendo misión imposible competir con Disney en ese ámbito. Y no solo en Estados Unidos: solo Toei Animation en Japón y Soyuzmultfilm en la Unión Soviética producían películas animadas regularmente, y este último tenía la ventaja de no tener que preocuparse por la recepción comercial al estar financiado por el estado. Menos mal que UPA sí continuó creando animación para televisión: ese mismo año se estrenó por ejemplo el especial Mister Magoo’s Christmas Carol (1962).