Ron Clements, John Musker. Categoría: Película. |
Tal es la velocidad a la que avanza la industria del cine desde un punto de vista tecnológico que la nostalgia se convierte en un fenómeno casi instantáneo. Cuando Tiana y el sapo llegó a los cines, solo habían pasado cinco años desde la anterior producción de Walt Disney Animation Studios realizada en 2d, Zafarrancho en el rancho (2004), pero recuerdo que la sensación era de retorno de una época ya pasada, como si, más que un lustro, hubiese pasado medio siglo o cosa así.
En ese sentimiento, no obstante, tengo la impresión de que intervinieron otros muchos factores, no solo el tiempo transcurrido. Los grandes estudios de Hollywood habían abandonado la animación 2d para dedicarse exclusivamente al 3D, así que los tres líderes eran Pixar, DreamWorks Animation y Blue Sky Studios, yo diría que por ese orden. En ese contexto, Disney, que ya no era la referencia ni el hegemónico en taquilla, propuso un proyecto musical, en 2d y con príncipes y princesas que remitía tanto a los clásicos –Blancanieves y los siete enanitos (1937), La cenicienta (1950), La bella durmiente (1959)…- como al periodo de renacimiento –La sirenita (1989), La bella y la bestia (1991), Aladdín (1992)…-.
Además, lo dirigían Ron Clements y John Musker, directores de tres de las más queridas películas de la etapa de renacimiento, que volvieron al estudio por iniciativa de John Lasseter: lo habían dejado en el 2005, con el fracaso de El planeta del tesoro (2002) como último recuerdo. En definitiva, en una escena animada dominada por las innovadoras propuestas de Pixar y las referencias a la cultura pop de DreamWorks Animation, una propuesta con un enfoque tan tradicional, estética y narrativamente, resultaba un rara avis. En cierto modo, era un tipo de película que ya no se hacía, creada por un estudio que desde Chicken Little (2005) se había centrado en el 3d y dirigida por los dos directores más claramente asociados a glorias pasadas de Disney.
El resultado de esta apuesta es muy estimable, aunque no llega a ser otro clásico esencial justamente por esa sensación de familiaridad, de vuelva a un cine que la compañía del ratón ya había hecho más de una vez. Hay que conocerle que fue osado en numerosos aspectos más allá del retorno al 2D. Uno es que la protagonista sea afroamericana, cosa que no tendría mayor importancia de no ser porque los roles centrales de personajes negros eran escasísimos en el ámbito del largometraje animado. El otro es situar la acción en Nueva Orleans, con el aliciente extra de que los animadores realizaron un excelente trabajo con los fondos y Randy Newman con la banda sonora. Fue, por cierto, el retorno al Bayou tras Los rescatadores (1977).
La pena es que la historia de la protagonista -que se parece mucho a Belle pero en negra- y del príncipe -que es Eric, de La sirenita, pero en negro- sea tan previsible y que el desenlace, la moraleja y los personajes secundarios no se aparten nada del modelo clásico de Disney. Pena relativa, eso sí, pues aunque sabemos de sobra que los dos personajes acabarán juntos y el esquema general resulta muy familiar, el guion está repleto de buenas ideas y en la puesta en escena abundan los detalles inspirados: se nota la mano de Ron Clements y John Musker. Entre muchos otros, hay un par de guiños a la animación, el primero de ellos con un juego de cartas.
Lástima que no acabara de funcionar del todo en taquilla, porque parece que eso cerró las puertas a más películas en 2d de Walt Disney Animation Studios. Sigue siendo la última superproducción de animación tradicional del estudio: la mucho menos costosa Winnie the Pooh (2011) no cuenta. Al menos su acogida generalmente favorable confirmó la recuperación artística de la división de animación, así que Tiana y el sapo suele considerarse el inicio del periodo de ‘resurgimiento de Disney’.