Justin Roiland, Mike McMahan. Categoría: Serie. |
Durante sus dos primeras temporadas, Solar Opposites ha sido una suerte de hermana pequeña de Rick y Morty, el fenómeno de la cultura pop por el que se dieron a conocer sus dos creadores, Justin Roiland y Mike McMahan. Servía como eficaz pasatiempo a la espera de una nueva temporada de la más popular y lograda serie. No estoy seguro que se pueda afirmar lo mismo de esta tercera entrega de episodios, la más ambiciosa de las tres y, a pesar de sus altibajos, la que incluye más ideas brillantes.
Ricardo Jornet, en su interesante capítulo para el libro Break+: Animacion Para Adultos (Héroes De Papel, 2022), escribe a propósito de Solar Opposites que “los puntos álgidos de sus dos temporadas coinciden con el desarrollo de la trama en continuidad de ‘la gente del muro’: se produce una interesante paradoja, con una serie que consigue emocionarnos -los dos capítulos dedicados al muro son realmente extraordinarios- no con su elenco principal, sino con unos personajes que de entrada casi se presentan como una anécdota”. Creo que da en el clavo de qué ocurre con la serie y hasta qué punto la genialidad de sus tramas secundarias representa a la vez su mayor virtud y su principal problema.
Por lo pronto, los guionistas deben de pensar como Jornet, porque en esta tercera temporada la trama paralela de la gente del muro está presente en prácticamente todos los episodios. Esta vez no hay uno enteramente protagonizado por ellos -si acaso Hululand, no por casualidad el más inspirado-, pero a cambio se les dedica una línea argumental central en casi todos. Con ese cambio, la serie pasa a apostar por la continuidad tradicional y hay multitud de rupturas de la cuarta pared a ese respecto: en un momento dado un personaje dice que no le importa estar en una cola porque tan pronto terminen los créditos finales comenzará otro capítulo y estarán en otro sitio, por ejemplo.
Además de la trama dedicada al muro, que vuelve a ser la más apasionante y sólida, los guionistas aciertan de nuevo cuando desvían la atención del cuarteto central y se fijan en las naves que tratan de recuperar el planeta Shlorp: 99 Ships es otra ingeniosa maravilla con sorprendente final. Lo mismo se puede decir de Terry and Korvo Get in a Big Screaming Fight in the Taco Bell Parking Lot, que explora el mundo de los Silver Cops descubierto justamente en 99 Ships y es asimismo excelente.
Es fantástico que el universo de Solar Opposites sea tan rico que permita adentrarse en numerosas tramas más allá de la principal y que estas sean fascinantes. Uno puede fácilmente imaginarse hasta dos series derivadas centradas, respectivamente, en la gente del muro y los policías de plata. Sin embargo, es al mismo tiempo problemático porque cuando los episodios devuelven el protagonismo a la familia de aliens, a menudo el resultado es menos satisfactorio. Pienso, por ejemplo, en The Pupa’s Big Day: es interesante como ejercicio de estilo -la historia entretenida está ocurriendo fuera de campo y en eso reside la gracia-, pero es de los menos atractivos de la temporada.
Ocurre algo similar cuando los aliens comparten protagonismo en episodios con la clásica estructura de trama A y B. Aunque por minutos en pantalla es la familia la que debería ser la trama A, por interés queda invariablemente eclipsada por las andanzas de la gente del muro. Una y otra vez, en definitiva, parece que la riqueza del universo fagocita a sus creaciones principales hasta el punto de que estas nos atraen bastante menos. Por suerte, los guionistas parecen darse cuenta y favorecen continuos desvíos de la trama principal, cosa que aporta una variedad rara vez vista en una ‘sitcom’ -suponiendo que Solar Opposites entre en la categoría de comedia de situación-.
Finalmente, como no podía ser de otra forma cuando Justin Roiland es uno de los autores, no faltan referencias a otras series del ámbito de la animación para adultos. En Hululand, Korvo avisa de que será mejor que el capítulo de Los Simpson en el que visitan Rascapiquilandia (Itchy & Scratchy Land), y antes ha pedido que las historias no sean tan oscuras, que “esto no es BoJack Horseman”.