Genndy Tartakovsky. Categoría: Serie. |
Empiezo con las loas, que son muchas y muy merecidas. Primal sigue siendo una de las series de animación para adultos más creativas del momento y de las más asombrosas desde un punto de vista estético, junto a Tuca y Bertie, The Shivering Truth y Undone. Además, cuenta con la ventaja de proponer una animación algo más sofisticada de lo habitual en las producciones televisivas, puntualmente cercana a una película independiente.
También es admirable que, en esencia, Genndy Tartakovsky mantenga el ejercicio de estilo de prescindir casi enteramente de diálogos, aunque en esta segunda temporada se permite varias licencias. De hecho, vuelve a ser una propuesta claramente visual, centrada en la acción: a excepción de un episodio, en el resto los diálogos no son siquiera necesarios para seguir la trama. Se atreve también con una ambiciosa trilogía de capítulos, The Colossaeus, que podría perfectamente haber sido un largometraje. Finalmente, propone un logrado y emotivo desenlace para la historia de amistad entre Spear (el humano) y Fang (la Tyrannosaurus). El cierre de la temporada es tan curioso que dan ganas de saber cómo continuará.
En esta nueva tanda de episodios, eso sí, Tartakovsky se aleja de la constante hasta entonces, que consistía en centrarse en esos dos personajes protagonistas. Esta vez tenemos multitud de personajes más, visitas a numerosas civilizaciones, viajes por medio mundo… En definitiva, repite lo que ya hizo en la espléndida Samurai Jack (2001), donde se dedicó a coleccionar personajes, situaciones y localizaciones. Es un giro comprensible porque crear un episodio tras otro con solo dos personajes sin lenguaje inteligible es una ardua tarea, pero Primal pierde así algo de su personalidad.
No pierde en cambio ni encanto ni interés. Los diálogos están llenos de buenas ideas bien ejecutadas, hay humor, drama, acción, terror… Quizá abusa del recurso a la acción y al gore y quienes aprecien a Tartakovsky por su talento para los pasajes lentos echarán seguramente de menos su lado más contemplativo -esta tanda apenas si ofrece respiros-, pero incluso con este nuevo enfoque seduce invariablemente. ¡Ah!, y tiene gracia que proponga un puntual viaje a la Inglaterra decimonónica en The Primal Theory, un capítulo independiente.