Chuminadas Animadas: el regreso a la magia

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Pablo Río Gómez es el director de La gran cita de Conej, cortometraje de escuela realizado junto a tres compañeros de DigiPenLeyre Zapata, Aitor Olano y Bruno Santoro-. La obra, un homenaje a la animación de la edad de oro de Hollywood, ha sido seleccionada en el Festival de Annecy 2023 en la categoría de Filmes de fin de estudios. El director nos explica el porqué de tan singular creación:

(Trailer del cortometraje)

La gran cita de Conej fue una apuesta. En la industria de la animación hay un libro no escrito de lo que la animación debe ser.

Este corto es una rebelión contra todo eso.

Hubo algún momento en el que los dibujos animados estaban realmente animados, pero como ya sabrás a mediados del siglo XX con la llegada de la televisión y los cortes presupuestarios se tomó un giro brusco en el que se normalizó el concepto de usar la animación como una mera ilustración de un diálogo.

A partir de ahí digamos que se dejó de usar la animación como una forma de arte y el interés pasó a ser siempre y exclusivamente de las palabras escritas del guion. Es una desgracia de la que aún no nos hemos recuperado.

Aún siendo fan acérrimo de series de televisión absolutamente maravillosas como Los Simpson, Los Picapiedra, El show de Rocky y Bullwinkle y un montón más, es innegable la poca importancia que le dan cualquiera de ellas a intentar impulsar y desarrollar la animación como forma artística. El interés reside en el ingenio de los guiones. Son excelentes “programas de radio ilustrados”, término inventado por Chuck Jones en los años 60 al ver la dirección que estaba tomando la animación.

Se le puede quitar el volumen a cualquier serie de animación de televisión y no se entenderá nada de lo que está pasando, puesto que nunca dejan que la animación tenga el peso.

Fue un gran problema porque son estas series televisivas principalmente las que han formado la idea de cómo se consume y cómo se crea animación actualmente.

Durante los años 30 y 40 en Estados Unidos sucedió uno de los mayores hitos artísticos de la historia de la humanidad. Auténticos profesionales de la animación desde los más grandes directores hasta la última colorista de acetatos que lo dieron todo por traer a las pantallas las que siguen siendo a día de hoy las animaciones de más alta calidad de la historia de este arte.

Solo basta con ver cualquiera de las propuestas que se estuvieran realizando en esa época para darse cuenta de que estos artistas estaban intentando superarse en cada película. Estaban cuestionando constantemente qué demontres puede ser el cine animado. No se conformaban.

Si observamos de manera cronológica la filmografía de un director específico veremos cómo se van puliendo las técnicas de animación. Estaban experimentando a la vez que rompiendo barreras y convenciones, por lo que se producían mejoras espectaculares con cada película.

No estaban perdiendo el tiempo con estudios de mercado, ni con targets comerciales estúpidamente específicos. En vez de eso, dedicaron todo su esfuerzo a poner el 100% de la atención en hacer que cada película fuera mejor que la anterior, buscando la más absoluta perfección e impregnando amor y pasión en cada una de las escenas y en cada uno de los fotogramas.

Mientras que hoy se celebra por invertir en automatizar el proceso de intercalado, en la edad dorada de la animación nunca despreciaron el valor de un sólo fotograma. Tex Avery decía que se debe aprender a respetar el átomo dorado, el fotograma único de acción, el 1/24 de segundo. Son estos detalles los que separan el verdadero cine animado de los programas de radio ilustrados.

Ahí estaban Chuck Jones, Frank Tashlin, Bob Clampett, Dave Fleischer, Friz Freleng (por decir unos pocos) con los orígenes y medios más humildes dándolo todo en una época donde no había absolutamente nada realizando las mejores y más innovativas piezas de animación que se han realizado en la historia de la humanidad.

Desde los orígenes de la animación, desde los días de Laugh-O-Gram con Walt Disney, los dibujos animados se hacían con guiones. Estoy hablando de las primeras películas (Plane Crazy, Gallopin’ Gaucho…) Pronto dejaron de utilizarlos al inicio de los años 30, cuando se dieron cuenta de lo limitantes que resultaban a la hora de crear un contenido que se diferenciara del cine de acción real. A partir de ahí los dibujos animados se empezaron a desarrollar a base de cortas sinopsis y el desarrollo siempre era visual.

Un medio escrito limita a un medio visual, ya que se pueden expresar un conjunto de ideas con imágenes sin decir ni una sola palabra, lo que es en esencia la base del cine mudo.

Trabajar a partir de guiones te está privando de hacer contenido un poco más metafísico que algo que se pueda describir. Trabajar con guiones te priva de la auténtica magia de la animación, una magia que sí nos dieron los más grandes maestros de la edad dorada de la animación.

Todas las películas de Walt Disney se hicieron sin guiones, siempre se desarrollaron a partir de los storyboards. De la misma manera funcionaban los directores en Fleischer Studios o Warner Bros. Cartoons y de esa manera el foco se ponía en hacer películas en los que la animación fuera el núcleo sustancial de la historia, no como un complemento para justificar el factor fantástico de un guion.

Otra cosa importante fue el hecho de que no permitían a una persona no visual hacer películas de animación (Como debería de ser lógico). Los guionistas de la edad dorada de la animación siempre habían sido de alguna manera animadores o familiarizados con el medio visual. Ted Sears comenzó animando en los primeros cortos de Betty Boop y acabó formando parte del desarrollo de las películas más importantes de la historia de la animación. Warren Foster y Michael Maltese trabajaron con acetatos…

Todos ellos eran primero dibujantes y luego guionistas, es por ello que el planteamiento de todas las historias siempre es visual por encima de todo.

Realmente tenían conocimientos suficientes para hacer narrativas poco restrictivas que favorecieran al arte de la animación.

Parece que cuando un dibujante quiere hacer sus propias historias es un sacrilegio, pero es que la palabra «cartoonist» significa precisamente eso. Un dibujante que escribe sus propias historias. Ahora mismo esto es un delito. La historia y la animación están completamente departamentadas y no le encuentro el sentido.

Nosotros, los dibujantes, tenemos formas extremadamente diferentes de expresarnos a la de un novelista. Estamos totalmente reprimidos. No se nos deja crear ese contenido que sólo los artistas visuales pueden poner sobre la mesa. Sin «cartoonists» jamás hubiera existido Fantasía, o el desfile de los elefantes rosas de Dumbo y yo creo que es un contenido que va más allá de cualquier guion que se pueda escribir.

Los dibujantes han contado increíbles historias en el pasado. Mira a Milt Gross, mira a George Herriman, mira a Charles M. Schulz, mira a Al Capp, mira a Bill Waterson, mira a Quino, mira a Cliff Sterrett

En ningún sitio se nos anima a crear un contenido creado por dibujantes. Todo lo contrario, pretenden que nos avergoncemos por ello.

Prácticamente ningún dibujante joven se atreve a crear sus propias historias animadas actualmente. Se ven obligados a seguir el esquema de lo que «debe ser» un cortometraje de animación exitoso recurriendo al sentimentalismo y a esconder la animación detrás de parloteo sin significado, eliminando el más mínimo ápice de creatividad en lo referente al visual.

En todo este contexto creía que era el momento de cambiar todo eso, de demostrar que la animación podía ser algo más que enseñar al espectador a decir «gracias» y «por favor».

Todo esto es la base de «Chuminadas Animadas», que ya de entrada es una propuesta que no solo no se da importancia a sí misma, como cualquiera de las animaciones de los años 30 y 40, también no hay ni rastro de aires de grandeza, ni de mensajes, ni de política. Solo pura y desvengonzada diversión.

Chuminadas Animadas quiere unir al público, quiere que nos demos cuenta de que la animación no es un género, es pura magia; y la magia no se puede explicar. (Quizá por eso lo llaman magia) Es la vuelta de los artistas visuales a la animación, el inicio de una verdadera revolución.

Al contrario que la frase que está tan de moda decir hoy, creo firmemente que la animación no es cine, es algo mucho más grande que eso. Lo de cine es algo que se le queda muy corto.

Si nos obsesionamos con que las animaciones se ajusten a los estándares de lo que es “buen” cine de acción real nunca sacaremos partida de las cosas únicas que tiene el medio. Usar la animación para hacer cine de acción real es como usar poderes mágicos para sacar la moneda detrás de la oreja.

Los críticos de cine de acción real no encuentran valor ni entienden la sensibilidad que hay detrás de los dibujos de Grim Natwick en Mysterious Mose, al igual que no entienden del poder de los dibujos de Bill Tytla en Pinocho, los cambios de forma de Bill Melendez en Book Revue o la osadía de Rod Scribner en The Great Piggy Bank Robbery… y digo yo, ¿qué importa lo que opine gente así? Si esas personas no consideran la animación como cine importa nada, más bien poco.

A los que nos guste un contenido surreal e inmersivo, a los que nos gusten los viajes y las experiencias inusuales, a los amantes, a los inconformistas, a los que nos guste soñar… ahí vamos a tener siempre el arte de la animación, porque ¿sabes una cosa? la gente de la academia en el muy fondo le teme a la animación.

Anhelan tener el poder que poseemos nosotros, los artistas, para poder hacer una experiencia visual mágica. Puedo sentir el miedo de la academia de cine en los Óscars de 1938 cuando se dieron cuenta de lo absolutamente descomunal y aplastante que había sido el éxito de Blancanieves y los siete enanitos y ninguna película nominada de ese año le llegaba a la suela de los zapatos. Para encubrirlo le dieron un Óscar honorífico cuando todos sabemos que debería haberse llevado el reconocimiento más grande.

Este país tiene gente talentosa de sobra para poder crear un acontecimiento y una revolución a nivel internacional. Poner a los artistas en altos cargos de nuevo, hacer frente a la academia, redefinir lo que puede ser el cine y retomar ese capítulo que se abandonó en 1946. Esto es lo que intentamos comprimir en nuestra primera Chuminada animada: La gran cita de Conej.

Aquí es cuando todos mis esquemas se rompieron, porque cuando me enteré de la nominación de Annecy me quedé absolutamente patidifuso. Sigo sin entender cómo nos han podido seleccionar en un contexto histórico donde solo se benefician a los intereses sociales y donde una peli de Super Mario Bros. es el estreno animado más exitoso de la historia.

Los críticos han visto algo de valor en un dibujo animado que solo pretende hacer reír a través de la pantomima. No hay epifanía del ser humano con el universo, no hay moralejas, no hay arcos de personajes ni ninguna de esas cosas que siempre se hacen para agradar a los críticos de cine. En este corto se le puso el foco única y exclusivamente al poder emocional que tiene el medio animado. Expresar a través de una sucesión de 24 dibujos por segundo sensaciones y experiencias que vayan mucho más allá de la palabra escrita. Todo ello bajo el envoltorio de que la risa es algo muy importante que solo tenemos la especie humana, y es algo que considero que debemos celebrar.

Esto es un primer paso impresionante y aún sigo alucinado de que, al menos mínimamente, hayamos hecho un poco de ruido en esta pequeña industria. Quizá pueda significar el comienzo de algo.

La recepción del corto tras estrenarlo en febrero en el Animac de Lleida fue espectacular. Allí pude conocer a profesionales y a gente que nos animó a crear este contenido. Me di cuenta de que la magia de la animación no ha muerto del todo, lo que pasa es que nadie nos la está dando. Me di cuenta de que el público está más listo que nunca para poder ver nuevas experiencias visuales que nos dejen con la mandíbula en el suelo.

Hay mucha gente que se dedica a la animación que no cree en la magia y debido a ello, recurren a estándares de cine de acción real solo para buscar respeto y prestigio.

Es el momento de hacerle frente a eso. He llegado a la conclusión de que si nosotros no creemos en la magia, nadie lo hará. Es nuestro deber crear un entorno en el que nuevos artistas y dibujantes puedan deslumbrar con esa animación que todos estamos deseando ver, con propuestas estimulantes a la imaginación de cualquier persona. Es el momento de despegar con Conej y Claire hacia el espacio sideral. Es por ello que ya estamos trabajando en nuevas Chuminadas Animadas con más personajes icónicos y más situaciones enrevesadas que nos vuelen la cabeza a todos.

Es absurdo animar algo que se pueda grabar con una cámara. Si la animación no te ha dejado con la boca abierta ¿qué sentido tiene animar?

Si se logra crear un flujo en el cual el talento de los artistas vuelva a impulsar a esta forma de arte a nuevos horizontes y no se quede en algo anecdótico, es entonces ahí cuando quizás empecemos a ver algo de esa magia de la que estoy hablando.

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