Habitualmente, al publicar una entrevista, soy yo quien se encarga de la introducción. En el caso de Román Cura, director del interesante mediometraje El Filántropo (2020), es él mismo quien, además de las respuestas, nos obsequia con una presentación mucho mejor que la que yo habría escrito:
«Hola Ray, gusto en saludarte, gracias por el interés en nuestro trabajo, muy gratificado con tus devoluciones. Debo reconocer que no me considero animador, estoy incursionando en un nuevo mundo como si fuera un bebé naciendo. Soy artista plástico, pintor, muralista, no conozco casi ningún animador y las cosas que he visto que me fascinaron generalmente no conozco sus autores ni los títulos de las obras. Hace varios años me extirpé de los televisores, trato de vivir lo más alejado de la tecnología, su negocio y su estafa, lo que me limita en los conocimientos sobre el tema y lo que a su vez me aleja del conocimiento global de todos los animadores y también, si se quiere, le pone un techo a mis posibilidades en el momento de animar, más allá que mi intención es profundizar en las posibilidades de la animación artesanal, evolución que creo fue abandonada o desatendida con el auge de las nuevas tecnologías.
Seguramente por no tener televisión ni computadora me he perdido de disfrutar obras de arte increíbles. Últimamente, desde fundada la productora de animaciones artesanales Escuparraza, he visto obras clásicas que me estaba perdiendo y también obras nuevas que participaban de los festivales y he quedado maravillado. Dicho esto, con toda humildad y respeto a este arte y a sus genios, procederé a responder las preguntas».
¿Qué animación te gustaba especialmente cuando eras pequeño?
De niño vivía en El Bolsón, Río Negro, localidad que en esa época contaba con dos mil habitantes. Había un sólo canal de televisión donde veíamos generalmente animaciones de Disney hasta que aparecieron Los Pitufos y fue todo un suceso. Veíamos las animaciones que nos ponían, no había muchas opciones ni recuerdo haber sido tan fanático de ver los “dibujitos”, como así se llama aquí a las animaciones infantiles. De todas, elegía La Pantera Rosa. Pero al terminar la programación pasaban siempre un cortito de unos pocos segundos que se titulaba Mordillo y me encantaba ver. Me mantenía despierto sólo para eso. Entrado en la adolescencia, comenzaron a transmitir un programa llamado Caloi en su tinta y ahí mi cabeza explotó, pasaban cortos animados para adultos de artistas de todo el mundo. Fue y siempre será mi programa favorito. Ahí entendí que la animación estaba repleta de posibilidades expresivas y artísticas.
¿Cómo han evolucionado tus gustos desde entonces y qué animación te gusta particularmente ahora que eres adulto?
Mis gustos por la animación están en evolución a medida que voy conociendo. Cada vez se me abre un abanico más fascinante. Anteriormente he visto películas como Fantástico Sr. Fox que no tenía idea de cómo fueron hechas, hoy las reinterpreto y las veo de otra forma. Pero sin dudas, las estéticas y los métodos de animación que más me gustan son los que más alejados estén de Disney. No es que me parezca desagradable, es que son los que nos imponen desde que nacemos y me resultan agotados.
¿Por qué quisiste incursionar en el mundo del cine?
Creo que todos los artistas juegan o fantasean incursionar en las artes ajenas a su disciplina. Sabía que incursionar en el cine implicaba una gran inversión de tiempo y dinero. El cine de animación implica además conocimientos e instrumental que no poseía hasta que en uno de los encuentros de muralistas en los que habitualmente participo un grupo de artistas argentinos hicieron un mural animado que iban repintando y fotografiando. ¡Eso sí lo puedo hacer!, pensé. En ese mismo evento otro colega me mostró un video llamado Big Bang Bum (animación en murales) y quedé encantado, a partir de ahí pasó a ser una cuenta pendiente, no obstante durante muchos años no pude construirme el tiempo preciso para embarcarme en ese desafío hasta que nos sorprendió la cuarentena del 2020 y aunque no teníamos dinero nos sobraba el tiempo. Al principio realicé unas esculturas con materiales que me habían sobrado de un mural escultórico y luego viendo que la cuarentena se extendía decidimos emprender la animación de la película cuya trama básica ya tenía pensada hacía un tiempo pero fue evolucionando en el proceso. El método de animación lo veníamos investigando a partir de un trabajo que le encargaron a Sofía Esparza para proyectar visuales en una obra de teatro.
¿De dónde sacaste el impulso creativo necesario para emprender un proyecto tan artesanal y laborioso como El Filántropo prácticamente en solitario?
Encarar un proyecto como El Filántropo fue un proceso inesperado en mi vida y en la vida de Sofía, mi pareja y socia. Los dos somos artistas plásticos y muralistas, ella además es pianista y compositora. Nuestra actividad principal es el muralismo. Vistos imposibilitados de ejercer nuestro trabajo debido a los confinamientos decidimos abocarnos de lleno en esta película que la creímos en un comienzo un corto que nos llevaría un par de meses concluir, terminó siendo una película de 49 minutos que nos llevó un año entero de intenso trabajo, sin financiamiento y sin recibir ningún tipo de ingreso más allá de algunas obras vendidas compradas con notoria intención benevolente. El motor que propulsó la realización de esta animación fue primordialmente la intención de expresar lo expresado de un modo más complejo y narrativo que mediante una pintura sin que pierda la esencia del arte plástico, en donde la temática permita el desarrollo de los análisis personales.
Pude llevar adelante mi idea justamente porque no estaba sólo. Mi compañera, su arte y sus conocimientos de computación, fotografía y música fueron fundamentales. Todo lo consultábamos entre nosotros. Nuestras conversaciones y profunda charla durante un año estuvieron relacionadas a la temática y realización de El Filántropo. Colaboraron en las voces mis hijos y amigos que se atrevían a esquivar las restricciones para visitarnos.
¿Qué te atrae de la animación con recortes?
En ese momento fue el método que se me ocurrió para resolver situaciones de movimiento sin tener conocimiento de la técnica pero imaginándome la obviedad de que ya existía.
La película propone una sátira muy particular. ¿Qué referentes tenías en mente y qué te interesa especialmente contar?
Al momento de la realización no tenía referentes en la cabeza más que los que inconscientemente transitan en la vida de cualquier artista, sin dudas serían referentes de las artes plásticas más que de la animación. En todas mis obras ya sean textos, pinturas, esculturas, murales o en este caso animación me interesa expresar lo que creo se intenta callar, distorsionar o manipular.
Esto me intriga: al inicio de la película hay un cartel con un texto de un falso “criticón de arte” que se muestra muy contrariado con la obra. ¿A qué se debe esta ocurrencia?
Entre las incursionas a otras artes ajenas a la plástica no pude evitar la creación de un personaje de radio y ciclo semanal que fue muy difundido en mi localidad (la cual es bastante chica). Por suerte distorsionaba la voz y nadie sabía que el mismo que pintaba murales era César Pó del Pommo, el criticón de arte del ciclo artístico cultural denominado Se la vanguardia toda. Si bien ya tenía experiencia en la redacción de textos humorísticos fue la primera vez que puse la voz y desarrollé un personaje. Lo que dice de la película es una burla a los estereotipos de apreciaciones estéticas, clásicas y modernas naturalmente instaladas o intencionalmente impuestas.
¿Qué indicaciones le diste a Sofía Esparza para la creación de la banda sonora?
Al mismo tiempo, en el mismo ambiente y a escasos 3 metros de donde yo dibujaba Sofía tocaba el piano acústico y componía. En uno de los ambientes de nuestro taller instalamos la cámara, todo fue surgiendo junto, todo muy charlado entre ambos. Sofía supo despertarme para contarme sus ideas de la música, y en venganza yo la despertaba para contarle mis ideas del guión o de la manera de animar. Nos interesaba que toda la banda sonora fuera con el piano apenas desafinado, con las mismas imperfecciones del dibujo y las técnicas artesanales.
¿Crees que realizarás alguna vez otro proyecto de similares características artesanales y de la misma envergadura?
Luego de la película Sofía realizó un videoclip de una de sus canciones y tuvo primero una fuerte difusión en festivales y luego entre los ambientes de músicos y artistas, por lo que nos encargaron algunos trabajos más. La animación para una obra de teatro y dos videoclips, todos realizados con estas técnicas, nuestra productora es sólo de animaciones artesanales. No tenemos en mente realizar aún otro largometraje o mediometraje pero en lo personal tengo la intención de profundizar en un estudio que vengo haciendo hace un tiempo para realizar una animación sin la intervención de tecnología moderna, sin precisar de una pantalla para verla. Seguramente no inventaré nada nuevo más allá de la obra. Mi intención es llevar la animación al muralismo inspirado en las cuevas prehistóricas que a diferencia de lo que por 150 años se creyó no expresaban el movimiento, sino que lo generaban por medio de la iluminación y otros efectos ópticos.