MONSTRUOS A LA OBRA (MONSTERS AT WORK).
7,5/10
Dado que Monstruos S.A. (2001) es una de las películas más queridas -y mejores- de Pixar y que Disney+ estaba muy necesitado de contenidos que atrajesen suscriptores, es lógico que Disney decidiese ampliar la saga de los monstruos con una primera serie. Eso sí, imagino que a los principales responsables de Pixar no les debió de hacer mucha gracia, puesto que siempre habían sido reticentes a desarrollar series a partir de su filmografía más allá del formato de cortometraje -véase el roce con Disney cuando este último estudio produjo Buzz Lightyear of Star Command (2000)-. De hecho, Pixar únicamente aparece en los créditos en el apartado de “basada en personajes creados por…” y no se encarga tampoco de la animación, cosa que se nota.
Su factura es estimable, pero sí se aprecia que el presupuesto es bastante menor y por eso la animación es más pobre que en los dos largometrajes de la saga. De todos modos, donde se notan las principales diferencias es en el guion y la dirección, mucho más cercanos a una serie media que al brillo e ingenio de las películas. Cierto que difícilmente se le puede pedir el mismo grado de mimo a una serie cuyos diez primeros episodios suman más de 200 minutos que a un film de 90, pero se estrenó en una gran era para la ficción televisiva, así que no veo por qué habría que ser menos exigentes.
La serie parte de una premisa interesante: la reconversión de la fábrica de energía para abastecerse de risas de niños en lugar de gritos de miedo. Ahora no se necesitan asustadores, sino monstruos con vis cómica. Tylor Tuskmon, un prometedor asustador recién salido de la universidad, tendrá entonces que conformarse con integrar el equipo de mantenimiento a la espera de poder transformarse en un ‘jokester’. Es un planteamiento que recuerda al de Star Trek: Lower Decks (2020), serie centrada en el equipo de mantenimiento de una de las naves de la flota. Ambas presentan el mismo problema: tienen que recurrir una y otra vez a tramas paralelas y a la presencia de Mike y Sulley para que el interés no decaiga.
El otro elemento decepcionantees uno que sólo se soluciona con guionistas talentosos: para ser la risa infantil la más poderosa fuente de energía, son muy pocas las que provocan sus episodios. Cada vez que vamos a ver cómo hacen reír los monstruos, o cortan la escena o asistimos a una comedia bastante poco sofisticada. Es más, buena parte de los capítulos terminan con una lección de Mike sobre cómo ser cómico, pero lo que vemos son trilladas rutinas que tienen poca gracia: lo que me pregunto es si harán reír a los niños, que es lo que a ellos les interesa.
Pese a sus limitaciones visuales y narrativas, se ve con agrado, resulta entretenida y, si uno no tiene problema en rebajar el grado de exigencia, es hasta un bienvenido reencuentro con el universo de las películas.