Wilfred Jackson. Categoría: Cortometraje. |
La mayor parte de cortometrajes de Walt Disney Studios durante los años 20 y 30 son comedias musicales que se esfuerzan por enlazar gags visuales. Incluso la saga ‘Silly Symphonies’, de naturaleza más experimental y vanguardista, solía privilegiar el género cómico en sus producciones -obtuvo su mayor éxito con la divertida Los tres cerditos (1933)-. Sin embargo, de tanto en tanto proponía obras en las que renunciaba a hacer reír a los espectadores para explorar otras posibilidades narrativas en el espectro dramático. El viejo molino es una de ellas.
Concebido como ensayo para su primer largometraje, Blancanieves y los siete enanitos (1937), que se estrenó solo un mes después, supuso el primer empleo de la novedosa cámara multiplano desarrollada por el estudio, responsable en parte de la sensación de profundidad lograda en esa primera película y perfeccionada en Pinocho (1940).
Por otra parte, el atractivo del corto reside en sus elementos expresivos, en la suma de sensaciones que provoca, en la combinación de la realista estética y la atmósfera dramática que logra. La secuencia de la tormenta y como la reactivación del viejo molino afecta a los animales que allí se cobijan es magistral.
Resulta especialmente impactante por lo bien animadas que están la lluvia, el viento, los rayos…; por el realismo de los animales; y por el inteligente uso de música, aspecto esencial en la mayoría de producciones del estudio. De hecho, en la primera parte, antes de que se desate la tormenta, propone un breve pasaje cómico con varios animales que realizan música al croar o al frotar sus patas, siempre siguiendo el ritmo, por supuesto.
Una maravilla homenajeada en Los Simpson, que Hayao Miyazaki nombró como su film de Disney favorito y que deparó a la compañía de Walt Disney su sexto Oscar consecutivo al mejor cortometraje animado.