Dave Fleischer. Categoría: Película. |
Saltarín va a la ciudad fue el segundo largometraje de Fleischer Studios tras Los viajes de Gulliver (1939). El debut del estudio no fue otro fenómeno comercial como Blancanieves y los siete enanitos (1937), pero dado que las películas de animación eran todavía algo novedoso, tuvo suficiente éxito como para que Paramount Pictures le encargase a los hermanos Fleischer otro film.
Estuvo listo dos años después, también para la temporada navideña y, a pesar del tiempo transcurrido, fue de todos modos el séptimo largometraje realizado enteramente con dibujos a mano, tras los cuatro de Walt Disney Studios -el ya mencionado de Blancanieves, Pinocho (1940) Fantasia (1940) y Dumbo (1941)-, el anterior de Fleischer Studios y el estrenado en China a principios de ese mismo año, Tie shan gong zhu.
Paramount Pictures, en cualquier caso, no debía de confiar todavía mucho en la viabilidad de los largometrajes de animación, porque no le concedió a Fleischer Studios mucho presupuesto ni tampoco tiempo: menos de dos años, desde la escritura del guion hasta su llegada a las salas, es un plazo muy ajustado para un proyecto animado. [Solo para hacerse una idea: esta obra fue completada con un tercio del presupuesto de Fantasia].
Esa premura y falta de presupuesto se nota, así que ni el guion parece que fue reescrito y pulido las veces que hubiera sido deseable, ni la animación pudo ser tan detallada y refinada como las producciones contemporáneas de Walt Disney Studios. En ese sentido, hay que concederle a Fleischer Studios que, esta vez, a diferencia de en Los viajes de Gulliver, no imitó el modelo ni el estilo popularizados por Walt Disney.
El estudio sabía que no podía competir con el estándar de calidad de su principal competidor, así que introdujo muchos más elementos cómicos y redujo el componente musical -no suena la primera canción hasta pasados veinte minutos del inicio-. Por otra parte, es un film pensado para un público infantil, pero el tono es bastante menos inocente que el de Disney e incluye referencias pensadas para adultos. En definitiva, el resultado se parecía más a los cortos a los que debía su popularidad Fleischer Studios.
Otra mejoría es que, a pesar de recurrir de nuevo a la rotoscopia para animar a los seres humanos, esa técnica está mucho mejor integrada con el resto, no parece dos películas fusionadas en una como en Los viajes de Gulliver. Hasta tiene sentido que los humanos se muevan de un modo realista y los insectos de forma más expresiva. Por cierto, otro de los aspectos curiosos es que se adelantó en más de cinco décadas a los dos films protagonizados por insectos que llegaron a los cines en 1998, Hormigaz, de DreamWorks Animation, y Bichos Una aventura en miniatura, de Pixar.
A pesar de su irregularidad y de algún pasaje menos satisfactorio, Saltarín va a la ciudad es una estimable obra que incluye varias escenas muy logradas, especialmente el climax que muestra, en unos minutos, la construcción de un rascacielos y cómo los insectos tratan de sobrevivir. También es un acierto cómo presenta la sociedad de los insectos, en esencia una réplica en miniatura de la humana. Además, figuran gags muy conseguidos, como cuando le da la corriente al saltamontes protagonista o cuando el villano y sus dos esbirros se convierten en un tótem amerindio.
En conjunto, teniendo en cuenta sus limitaciones presupuestarias, no está nada mal. De hecho, Studio Ghibli lo incluyó en la Ghibli Museum Library, su selección con lo mejor de la animación internacional.