David Soren. Categoría: Película. |
Hay películas de DreamWorks Animation que son recomendables y no sé muy bien por qué no tuvieron éxito, como Ratónpolis (2006), Megamind (2010) o El origen de los guardianes (2012). En cambio, hay otras que no me extraña nada que generaran pérdidas para el estudio. Naturalmente, pienso en Turbo. Lo que me pregunto es por qué dieron luz verde a este proyecto, sobre todo después de leer un guion plagado de lugares comunes, cuyo desarrollo y desenlace difícilmente podrían ser más previsibles.
Si hasta Pixar decepcionó con la saga Cars, en parte porque las carreras de NASCAR no parecen el mejor material posible para la imaginación de los artistas del estudio, no sé qué hizo pensar a DreamWorks Animation que el mundo necesitaba otra película animada ambientada en ese mismo deporte. Claro que si el crítico Perry Seibert definió acertadamente la película como una mezcla de Ratatouille (2007) y Cars (2006), es sobre todo un intento de apuntarse a la moda de los coches de carrera popularizada por la saga The Fast and the Furious: la frase promocional del cartel –“he’s fast, they are furious”-, es muy clarificadora en ese sentido.
Quizá por eso varios de los personajes importantes son hispanos, aunque son hispanos de Hollywood. De vez en cuando dicen “amigo”, para darle más autenticidad, pero me da la impresión de que son estereotipados y sin matiz alguno.
Y ahora sí, voy con la premisa. Un caracol, que se autodenomina Turbo, es un entusiasta de las carreras de coches y quiere ganar Las 500 Millas de Indianápolis. Una meta realista como otra cualquiera. También habría podido querer leerse el Ulises de Joyce vestido de lagarterana pero por alguna razón los guionistas prefirieron la opción de los coches. Un punto de partida así de disparatado hubiera sido atractivo en una serie de humor absurdo de Adult Swim, pero es que aquí se lo toman en serio. Además, la trama está repleta de frases de autoayuda sobre creer en uno mismo o la importancia de la familia y el protagonista siente que “la velocidad está en él”.
Por si esto fuera poco, la manera que encuentran los guionistas de convertir al caracol protagonista en una criatura velocísima es poco imaginativa y el desenlace de la carrera en la que participa es terriblemente poco cinematográfico. Parece una parodia.
Es el mayor tropiezo de DreamWorks Animation desde Bee Movie (2007) y Madagascar 3: De marcha por Europa (2012), pero al menos aquellas tenían gracia. Esta, más allá de algún chiste visual sobre la escasa velocidad de los caracoles, tiene poco que la redima.