Cuando escribí mi primer artículo hablé de Tuca & Bertie. Ya iba siendo hora de dedicarles su propio espacio.
Durante años, la animación fue algo que me resultaba lejano, lleno en su mayoría de historias fantásticas y personajes etéreos (nada que ver con mi vida). Lo más parecido a la realidad era Los Simpsons, y la verdad es que después de verlos cada día a la hora de comer y casi aprenderme sus diálogos de memoria, dejaron de interesarme.
Y entonces llegó Tuca & Bertie para convertirse en mi camino de baldosas amarillas hacia el redescubrimiento de la animación para adultos.
Sé que a todos nos encanta el botón de ‘saltar intro’, pero recomiendo verla al menos una vez porque ya desde entonces queda claro que la serie no te va a dejar indiferente: al ritmo de una música vitalista, elementos femeninos y surrealistas (como edificios con tetas que se contonean, carreteras imposibles o serpientes que hacen las veces de tren) se combinan en una explosión de color y movimiento difícil de ignorar.
Lisa Hanawalt nos relata la vida de estas dos mejores amigas treintañeras tan antagónicas: Tuca no trabaja y es impulsiva, despreocupada, desinhibida, soltera y caótica; y Bertie tiene un trabajo de oficina, es responsable, formal, correcta y una relación de pareja. Tan diferentes y tan unidas. Es fácil reconocer en ellas a una misma o a alguna de nuestras amigas.
En tono de humor, y mediante situaciones cotidianas, la serie toca todos esos dramas de menor o mayor magnitud propios de los treinta y siempre enfocándolos desde dos puntos de vista: causante y sufridor. Y que levante la mano quien no se identifique con alguna de las situaciones que describo a continuación.
Dejar de vivir con tu mejor amiga para hacerlo con tu pareja y pasar de esa ilusión al miedo al compromiso, la ansiedad al pensar en el futuro lejano, el vértigo ante una hipoteca…, para luego aceptarlo todo y volver a la ilusión inicial.
¿Y en el otro lado? Ver cómo la amistad parece que pasa a un segundo plano. Enfrentarte a la soledad y el silencio para más tarde aceptar que es parte del proceso de eso que llaman madurar.
Comprobar cómo el gallito de turno (no por casualidad el personaje en cuestión es representado por un gallo), seguro de sí mismo y pelota como el que más, se aprovecha de tu trabajo para brillar en reuniones y destacar.
El acoso laboral viniendo de un compañero (el episodio de la teta indignada es hilarante) o del fascinante jefe, en ambos casos guaperas muy seguros de sí (porque a veces parece que si el acosador es guapo, tienes suerte de que se fije en ti). Y el acoso cotidiano, mientras corremos, paseamos o incluso estamos solas en casa. Acoso que genera inseguridades y miedos y en ocasiones nos hace sentir culpables del mismo (mejor no me pongo ese vestido que tiene mucho escote y es muy corto).
Ver indignada cómo acosan y pisotean a tu amiga en el trabajo, cómo no es capaz de levantar la voz y hacerse respetar. Dejarte la piel (siempre con la mejor intención aunque no siempre de la mejor manera) para defenderla y darle una bofetada para que se dé cuenta de lo que vale y quiere.
Desear un ascenso y, al conseguirlo, tener problemas de conciliación. Caer en la rutina en todos los ámbitos (incluida la pareja).
Tener dificultades para perseguir un sueño por culpa de un herido ego masculino.
Mostrar a todos una fachada de fortaleza para, en la intimidad, dejar que un espejo mezquino consiga sacar miedos e inseguridades.
Y todo ello intercalando tramas increíblemente originales (como la de los ‘sex bugs’) y siempre ofreciendo finales de esos que imaginamos cuando nos enfrentamos a ciertas situaciones (que un acosador endiosado y egocéntrico acabe cubierto por la inmensa cagada de un halcón gigante no tiene precio).
Pero sobre todo, Tuca & Bertie es la historia de una amistad de esas que pueden con todo y nos hacen ser más valientes, fuertes y felices.
Porque al final, todas somos Tuca o Bertie.