KIPO Y LA ERA DE LOS MAGNIMALES (KIPO AND THE AGE OF WONDERBEASTS).
9/10
En un buen año para las series de animación aptas para público infantil, Kipo y la era de los magnimales fue una de las más destacadas propuestas. Seguramente se me habrá pasado alguna maravilla, pero es la más imaginativa y satisfactoria de cuantas he visto desde el final de Hora de aventuras. También logra esa impagable sensación de transcurrir en un universo propio, fantástico y asombroso, pero aun así creíble.
El mundo desarrollado por Radford Sechrist con la complicidad de Bill Wolkoff está lleno de peligros, de hecho es un lugar postapocalíptico, y sin embargo resulta tan fascinante que seguro que no soy el único al que le gustaría vivir allí o, al menos, irse de vacaciones una temporada. Cuando una ficción logra eso, es que ha salido bien.
La galería de personajes es otro de sus irresistibles reclamos. La protagonista Kipo es la gran creación, por supuesto, solo que está acompañada por decenas de bien definidos personajes y por dos de los mejores villanos del siglo XXI: Scarlemagne, un mandril inteligente, narcisista, con ínfulas de emperador y enamorado de la moda de las cortes europeas en el siglo XVIII; y la doctora Dr. Emilia, cuya maldad no parece conocer límites y aún así comprendemos sus motivaciones. Junto a ellos tenemos a Wolf, Dave, Yumyan, Fun Gus… La lista de personajes memorables es larga.
Otro atractivo es la multitud de tribus y grupos de animales mutantes, una variopinta galería que le sirve a Radford Sechrist para satirizar a la sociedad contemporánea -los mapaches vigoréxicos y las ranas trajeadas no tienen precio-. Además, esos animales que han desarrollado capacidades humanas y que han sustituido a la humanidad como la especie dominante son un material de primera para hablar de divisiones raciales e ideológicas y para adoptar un discurso animalista. No es que crea que la animación apta para la infancia deba necesariamente ser pedagógica, pero en un mundo tan polarizado este canto a la fraternidad, al pacifismo y al entendimiento entre grupos distintos es muy bienvenido.
A todo esto se suma: una animación muy buena para tratarse de una serie, diversidad (personajes LGTBI y negros), influencia del anime, homenajes a las películas de monstruos, una ingeniosa integración de los logos de Netflix y DreamWorks Animation y del nombre de la serie en cada capítulo, inspirado sentido del humor y un inteligente empleo de música -aunque las canciones no siempre sean muy interesante-. Una serie excelente, en definitiva.