Andrew Knight. Categoría: Película. |
Tras exprimir Aladdín (1992) hasta el último gramo de su tirón comercial con una serie y dos secuelas -las entretenidas pero no brillantes El retorno de Jafar (1994) y Aladdín y el rey de los ladrones (1996)-, la casa del ratón se fijó en otra de sus exitosas películas del periodo de renacimiento, que también explotó con dos continuaciones destinadas al mercado doméstico, realizadas por el estudio que montó para estos menesteres, Disneytoon Studios, y de la filial recién abierta en Canadá.
La segunda parte de La bella y la bestia tiene un problema fundamental: como no tendría mucha gracia una historia en la que la bestia fuese de nuevo un apuesto humano -esa fue la idea original pero fue comprensiblemente desechada-, los guionistas recurrieron a un flashback. Salvo dos breves fragmentos al inicio y al final, todo lo que se cuenta transcurre durante el tiempo que Bella pasó prisionera en el palacio de la bestia.
Y eso es problemático por lo siguiente: ¿recuerdas cuando la bestia le salvó la vida a Bella? ¿O cuando el palacio casi se derrumba por completo? No, no es que te despistaras viendo la original, eso que esos acontecimientos, a pesar de que yo diría que son bastante importantes, no nos los contaron. Sin embargo pasaron y lo descubrimos aquí.
Pero claro, no se puede ver la película pensando en esas cosas o aplicando la lógica porque entonces sí que no tiene ni pies ni cabeza. De todos modos, eso tendría menos importancia de no ser porque cada aspecto de esta segunda parte -animación, fondos, canciones, hondura emocional, humor…- está a años luz del maravilloso film original, una de las cumbres de Disney. Comparada con aquella es casi una caricatura.
Siendo benévolo, se puede apreciar que la animación no sea tan floja como la de otras entregas de Disneytoon Studios -sin ir más lejos, su inmediata predecesora, La gran aventura de Winnie the Pooh (1997)- o que, al elegir como villano a un órgano, la música sea importante en la trama de un modo que no está nada mal. Otra cosa es que ese personaje, animado por ordenador, no case nada bien con el resto.
Finalmente, Disney estuvo a punto de cometer la desvergüenza de plantear de nuevo la famosa escena del baile en el salón –¡llevan incluso el mismo vestuario!-, cosa que hubiera sido un disparate porque querría decir que tan importante momento de La bella y la bestia ya había ocurrido. Menos mal que aquí cortan rápido esa escena.
En fin, este es un buen ejemplo de por qué las segundas y terceras partes pensadas para el mercado doméstico fueron un error para la imagen de marca de Disney y por qué tienen tan mala fama tantas películas ambientadas en la Navidad: esta cae en casi todos los clichés.
Nota: por si esta fuera poco, aún hubo una secuela más, El mundo mágico de Bella (1998).