Michael Dudok de Wit. Categoría: Película. |
El autor de cortos tan apreciados como el divertido Le moine et le poisson (1994), el melancólico Father and Daughter (2000) y el abstracto The Aroma of Tea (2006) pudo finalmente debutar como director de cortometrajes con La tortuga roja. Una obra bella y profunda que fue posible gracias al apoyo, entre otros, de Studio Ghibli. Eso sí, aunque el gran Isao Takahata figura en los créditos como productor artístico, fue una de las contadas ocasiones en las que la compañía japonesa participaba como productora en un proyecto no creado en sus instalaciones. La animación principal, en cambio, la realizó Prima Linea Productions, añorado estudio responsable de Zarafa (2012) o La famosa invasión de los osos en Sicilia (2019), entre otras recomendables películas.
Hermoso cuento sobre un Robinson Crusoe que conoce a una enorme tortuga roja, contado con la sencillez visual y narrativa que caracteriza la filmografía de Michael Dudok de Wit. En Father and Daughter ya se pudo apreciar que estábamos ante un talentoso cineasta capaz de emocionar con un mínimo de elementos. Aquí vuelve a contar una vida con la misma exquisita sensibilidad y con un enfoque minimalista del guion y la dirección que, además, prescinde de diálogos. No son necesarios: la expresividad de los personajes y la narración audiovisual bastan para transmitir incluso los más complejos sentimientos.
En cuanto al apartado estético, resulta tan fascinante como de costumbre. Quizá no posea ese particular encanto artesanal de sus obras cortas, realizadas con fondos en acuarela pintados por él mismo. En esta ocasión, la magnitud de un proyecto de largometraje hacía poco viable ese proceso tan lento, pero aún así el aspecto visual está muy cuidado y los fondos empleados son una preciosidad. A eso se suma un creativo empleo de la luz, que oscila entre los brillantes colores del día, la calidez del atardecer y los tonos grises de la noche.
Claro que posiblemente el elemento más brillante sea el diseño de los personajes y cómo son animados, pues muestran la misma economía de medios que en la narración, de modo que, salvo excepciones, bastan unos mínimos o sutiles movimientos para lograr la expresividad necesaria. Esa nómina de personajes incluye, por cierto, unos simpáticos cangrejos de los que Michael Dudok de Wit y la coguionista, Pascale Ferran, sacan invariablemente tiernos momentos de comedia.
La tortuga roja es una maravilla que, por su tempo pausado y tono reflexivo, será mejor apreciada por un público adulto. No obstante, sería fantástico que niños de seis o siete años hacia arriba lo vean, pues es posible que cultive en ellos un tipo de sensibilidad que rara vez se ve en el cine comercial.