Kris Pearn, Cory Evans y Rob Lodermeier. Categoría: Película. |
Netflix tardó en apostar por los largometrajes animados. Fue en el 2019, seis años después de haber iniciado la producción propia, cuando presentó sus dos primeros originales de cierto relieve: ¿Dónde está mi cuerpo? -adquirida para algunos territorios- y Klaus -esta sí ya financiada por la compañía-. Eso sí, vaya entrada en el ámbito de las películas de animación, porque ambas son estupendas y de lo más destacado del año. Que lograran sendas nominaciones al Oscar al mejor film animado fue solo uno de los muchos reconocimientos que obtuvieron.
Tras tan exitoso 2019, la plataforma de streaming anunció su siguiente proyecto, Los hermanos Willoughby, así que es comprensible que las expectativas fueran muy altas. Pues bien, aunque se trata de un film estimable y entretenido con numerosos aspectos positivos en los que ahora me detendré, esta es una obra menor y bastante menos ambiciosa que sus inspiradas predecesoras.
La gran baza del film es su estética 3D, que en algunos aspectos imita el 2D y, en general, procura reproducir algo del encanto de la animación artesanal. Es un ejemplo más de la tendencia iniciada con Spider-Man Un nuevo universo (2018), cuyo éxito animó a cada vez más estudios a proponer un 3D que no persiguiese el deslumbrante fotorrealismo de Pixar. Incluso figura un pequeño pasaje de stop motion y un guiño a la animación con recortes (cutout), seguramente para favorecer esa misma sensación de producto hecho a mano.
El joven estudio canadiense BRON Animation realizó un buen trabajo, de modo que el diseño de los personajes está bien y logra un bienvenido nivel de detalle en la ambientación de la casa familiar. En cambio, la mayor parte de fondos y escenas procuran mantener la sencillez, posiblemente por cuestiones presupuestarias. Tampoco aprecio ninguna secuencia particularmente brillante en lo que a la animación respecta.
De todos modos, lo que lastra Los hermanos Willoughby es su narración y su guion, aspectos ambos más convencionales que otra cosa. Todo, el tipo de planos, los diálogos, cómo se suceden las escenas, el empleo de música…, sigue al pie de la letra la narración comercial contemporánea de Hollywood.
Cierto que la premisa posee cierta originalidad y que el personaje del Commander Melanoff es singular, pero el desarrollo y su previsible desenlace dan la impresión de ya vistos con pequeñas variaciones en otras muchas obras, sean o no de animación. El único elemento narrativo al que sí saca cierto partido es a la figura de narrador, que interviene en la trama en momentos cruciales y al que presta algo de su comicidad Ricky Gervais.
Nota: un mes después del estreno del film, Netflix publicó un cortometraje asociado, Melanoff’s Sad Story, que permite conocer mejor al Commander Melanoff.