John Lounsbery, Wolfgang Reitherman y Ben Sharpsteen (no acreditado). Categoría: Película. |
Lo mejor de Winnie the Pooh recopila los tres cortos basados en los libros de A. A. Milne que Disney había estrenado hasta entonces: Winnie Pu y el árbol de la miel (1966), Winnie Pu en el bosque encantado (1968) y Winnie Pu… ¡y el tigre también! (1974). Aunque llegó a los cines estadounidenses casi once años después de su muerte, fue la última producción del estudio supervisada por Walt Disney -llegó a ver el primero y dio luz verde al segundo- y, por lo visto, su intención desde el inicio fue que los cortos acabasen en un largometraje. Puede ser, porque durante buena parte de los 40 la compañía se había dedicado a estrenar películas recopilatorias como Las aventuras de Bongo, Mickey y las judías mágicas (1947), Tiempo de melodía (1948) o La leyenda de Sleepy Hollow y el Señor Sapo (1949).
Esta no es una de esas ambiciosas producciones que caracterizan la filmografía de Walt Disney Studios. Es una obra menor, pensada para dar una nueva vida comercial al tríptico de cortos y como tal debe ser apreciada. Además, parece enfocada a un público más infantil de lo habitual: el tono y las mínimas aventuras están más cerca de las creaciones para preescolares que de espectáculos para todos los públicos como Fantasía (1940), Alicia en el país de las maravillas (1951) o 101 dálmatas (1961).
Sin embargo, posee sus encantos y atractivos, empezando por su estética clásica claramente deudora de las ilustraciones originales de E. H. Shepard. Los animadores de Disney tuvieron la buena idea de dejar prácticamente intactos los diseños de los animales y de mantener la paleta de colores y el aspecto de la naturaleza en la que transcurren las historias. Cierto que eso limita el apartado visual -de nuevo, comparado con otras producciones del estudio-, pero también lo distingue del resto de su filmografía. Además, figura una secuencia, la que ilustra el sueño del oso, de notable elaboración, en la que sí se pudieron lucir los animadores: recuerda a la de la borrachera de Dumbo (1941).
Por lo demás, la película logra maquillar con éxito su condición de recopilatorio. Al recurrir a la figura del narrador y jugar con su condición de obra literaria -a menudo oímos a la voz en off decir cosas como ‘y estuvo lloviendo hasta la página N’ o ‘y contó la historia durante veinte páginas’-, puede pasar de una historia a otra fácilmente. Así consigue dar la sensación de ser un todo. De estructura episódica, sí, pero como si hubiera sido creado expresamente para un largometraje.
Nota: décadas después, Disney estrenó una segunda parte, Winnie the Pooh (2011), aunque antes había propuesto el largometraje La gran aventura de Winnie the Pooh (1997), estrenado directamente en formato doméstico.