BRICKLEBERRY.
5,5/10
Brickleberry fue originalmente pensada para emitirse en FOX, que encargó un piloto en el 2007, pero los responsables de la cadena que ya por entonces emitía Padre de familia consideraron que era demasiado ofensiva. Eso da una idea del extremo al que llegan Roger Black y Waco O’Guin en su afán por provocar y alejarse de todo lo que huela a corrección política, hasta el punto de que la creación de Seth MacFarlane parece comedida a su lado y Los Simpson, directamente, una producción de Disney.
No hay nada malo per se en esa constante voluntad de ser ofensivo. El problema es que lo hace de un modo menos inteligente que series predecesoras en ese territorio, como Beavis y Butt-Head (1993), South Park (1997), o Squidbillies (2005), por nombrar solo tres ejemplos de producciones que se emitieron también en cadenas de la televisión por cable. Ahora bien, eso no niega puntuales toques de ingenio o elementos satíricos acertados, pero no cabe buscar aquí matices ni profundidad en los personajes puesto que opta sistemáticamente por el lado más primario de la comedia.
Con Brickleberry inauguraron Black y O’Guin su apuesta decidida por los chistes de pedos, caca, drogas, borracheras, sexo compulsivo, racismo, ‘hillbillies’…, etc; y su firme convicción de que las imágenes y situaciones asquerosas eran una fuente infalible de comedia. Comedy Central canceló la serie tras tres temporadas, pero no debió de parecerles una noticia particularmente triste porque tres años después se estrenó en Netflix su siguiente creación, Paradise Police, donde retomaron el mismo tipo de humor y hasta buena parte de los personajes. De modo que sí, las dosis de escatología y chistes política incorrectos, entre otras linduras, tuvieron continuidad -aunque, todo hay que decirlo, con resultados algo mejores-.