Tim Johnson. Categoría: Película. |
Es curioso como en el 2015, DreamWorks Animation y Pixar, que llevaban décadas siendo formidables competidores por el favor del público, estrenaron en cuestión de meses dos películas con tantos aspectos en común. El primero presentó en marzo Home: Hogar dulce hogar, el segundo en junio Del revés. Como de costumbre, fue el estudio entonces liderado por John Lasseter el que ofreció la mejor y más exitosa obra.
Ambos films se interesan por los sentimientos de una adolescente -que representa, en cierta medida, a la humanidad-, codifican los sentimientos por colores y crean convincentes mundos visualmente muy llamativos: poco importa que sea el interior del cerebro o un planeta Tierra conquistado por extraterrestres. A partir de ahí empiezan las diferencias. Si la de Pixar es una maravilla de narración -con el toque de Pete Docter-, de creativo guion y una estupenda banda sonora de Michael Giacchino; la que nos ocupa es poco más que una sucesión de gags, el guion está repleto de previsibles lugares comunes y la banda sonora son canciones de Rihanna, Jennifer Lopez, etc… Por eso Del revés es una obra maestra y esta un flojo divertimento que apenas si deja poso.
Es una pena que la adaptación del libro de Adam Rex sea tan decepcionante, porque DreamWorks Animation puso al frente a Tim Johnson, el director de obras que, sin ser esenciales, sí son estimables: Hormigaz (1998), Simbad: La leyenda de los siete mares (2003) y Vecinos invasores (2006). Pero claro, no sé hasta qué punto algunas decisiones, como la horrenda banda sonora, las tomó él o algún ejecutivo -o el departamento de marketing para vender mejor la peli-.
Y el caso es que hay aspectos interesantes: esa invasión extraterrestre, relativamente amigable, que no se parece nada a las habituales en la ciencia ficción; la forma de vivir en la tierra de la civilización de Boovs; su ingeniosa manera de librarse de los objetos que no les sirven; sus medios de transporte; las creencias dictadas por un risible capitán que recuerda a Julian en la saga Madagascar, etc… En general, el departamento de dirección artística hizo un buen trabajo.
También hay toques de humor que aprovechan bien la ignorancia de los aliens del uso de la mayoría de objetos humanos, aunque estos van perdiendo en eficacia a medida que avanza el metraje -por repetitivos- o no siempre son muy sofisticados -las por lo visto inevitables derivas escatológicas con la escobilla del váter usada para lavarse la lengua, por ejemplo-.
En cambio, el diseño de los Boovs no resulta muy original en una era post-Minions; la trama no es ni estimulante ni particularmente creativa; los diálogos son poco inspirados; y la banda sonora, sin llegar a las atrocidades de Trolls (2016), es como escuchar una radiofórmula contemporánea: en un momento dado Oh, al oír por primera vez la música de su amiga humana adolescente, afirma que eso es ruido. Él cambia más tarde de opinión. Yo no.