Matthew Senreich, Seth Green. Categoría: Serie. |
Del 7 al 24 de septiembre se emitieron en Adult Swim, el bloque de animación para adultos de Cartoon Network, los doce capítulos de la undécima temporada de Robot Chicken. Serían trece si se cuenta, como algunas fuentes hacen, el especial El [censurado] especial de los cómics de Archie de Robot Chicken, emitido en mayo de ese mismo año. Son menos de los veinte que habitualmente integran cada temporada de esta irreverente serie: por suerte, lo único que es menor es la dosis, no el ingenio.
El equipo de guionistas vuelve a parodiar multitud de películas, series y programas de la cultura pop. Invariablemente, las subvierten con humor disparatado (o muy negro), violencia, sexo, drogas o prácticamente cualquier elemento que sea políticamente incorrecto o no tenga cabida en las cadenas en abierto o servicios de streaming en las que se emiten las producciones parodiadas. En esta tanda se fijan en sospechosos habituales -los superhéroes de DC Comics, la saga Star Wars- y en otras muchas creaciones: Los osos amorosos, Del revés, la serie de Larry David, las sagas de terror Hellraiser y Saw, Peppa Pig, Naruto, Donnie Darko, los ‘realities’ de la cadena estadounidense Bravo… En fin, prácticamente no hay producción relativamente conocida que no haya sido parodiada con su humor característico.
Ahora bien, también hay hueco para piezas que mantienen el mismo tono irreverente y de humor absurdo sin por eso estar basadas en un claro referente. A menudo, esas son las mejores. Pienso, por ejemplo, en la brillante ocurrencia del grupo de superhéroes compuesto por algunas de las más populares estatuas del mundo, del David de Miguel Ángel a la Venus de Milo. Es igualmente un acierto el fragmento dedicado a Martin Scorsese y sus lecciones sobre cine clásico, realizado a propósito de sus declaraciones acerca de que las películas de Marvel no son cine.
Por supuesto, hay muchos gags un tanto básicos que recurren al sexo, a la violencia y al humor un tanto escatológico, cosa que comprendo que suponga una barrera para numerosos espectadores. Sin embargo, regularmente nos obsequian con ocurrencias particularmente ingeniosas que elevan el conjunto. Pienso, entre otros muchos ejemplos, en cómo se ríe de la política de Disney de ofrecer versión con actores de carne y hueso de sus clásicos animados, tendencia que, una vez agotados los títulos más conocidos, llegaría hasta el corto documental The Story Of Menstruation (1946).
Finalmente, para quienes disfrutamos con el stop motion, Robot Chicken no ha dejado de ser una gozada. No ha perdido ese aspecto de creación amateur realizada con pocos medios y rápidamente -la boca se mueve con pegatinas adheridas al rostro de los muñecos, por ejemplo- en la que reside buena parte del encanto. Otra cosa es que su excelente producción y la asombrosa velocidad a la que transcurren algunas escenas revelan una vez más el buen hacer de Stoopid Buddy Stoodios, el estudio clave del ámbito de la animación para adultos en lo que a stop motion respecta.