CACOLA.
8/10
Durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19, seguramente como pasatiempo, David Fidalgo Omil publicó en internet un divertido y breve corto titulado Cacola confinada (2020). La pieza en cuestión fue interesante, además de por su humor, por desarrollar una faceta que su creador no había apenas privilegiado hasta entonces. En ese momento, acababa de conseguir una nominación en los Premios Goya con Homomaquia (2019), una muy interesante obra creada a partir de dibujos a mano sobre papel, la misma técnica que ya había empleado en otro ambicioso corto, Cartas a Superman (2016). En aquel corto del confinamiento, en cambio, optó por una animación 2D realizada con la ayuda de algún software, más cercana a la vertiente industrial del medio, pero sin renunciar por eso a una estética inusual.
Parece que Cacola confinada funcionó como ensayo o episodio piloto de la serie que nos ocupa, protagonizada también por mojones sintientes que descubren el mundo nada más nacer -ser cagados-, sea ese mundo una ciudad o la plácida agua de un retrete. El personaje protagonista me recuerda de nuevo a Mr. Hankey / El Señor Mojón, de South Park, pero el humor se parece más al de Joaquín Reyes y compañía en La hora chanante o Muchachada nui: la sintonía y como está animada, por ejemplo, encajaría perfectamente en cualquiera de los dos programas.
No es Cacola la serie que permite apreciar la vertiente más sensible y profunda de David Fidalgo Omil, pero sí disfrutamos con su lado más escapista, irreverente, cómico -y, todo hay que decirlo, también escatológico-. Para quien disfrute de este tipo de humor más ligero y busque una carcajada, es una recomendación segura. Es, por otra parte, una serie que se puede degustar a nivel visual, pues su sencillez, diseños singulares y paleta de colores resultan muy atractivas.
Por suerte para nosotros, tras el estreno del quinto capítulo su creador anunció que quería que fuese la primera mitad de la temporada inicial, así que si todo va bien nos reiremos más veces con Cacola.